Vida, soy como un niño, llévame de la mano
cólmame de tus dones, sutil dispensadora,
órna de mirtos férvidos mi juventud, sonora
de ritmos, y condúceme hacia el orto lejano.
Tórname fuerte, y dame el goce sobrehumano
de reir -nunca el gesto que suplica y que llora-
sáciame, todo el jugo que tu entraña atesora
quiero beberlo, ¡Oh Madre! sin descifrar tu arcano.
Ofréndame la gracia de unos labios, sedientos
de emociones ignotas; arrúllame con lentos
salmos de iniciaciones, hazme puro en el lodo.
Y al encontrar la sombra, dáme tu seno, blando
de unciones maternales, para dormirme, cuando
siento el dolor inmenso de conocerlo todo.
José Umaña Bernal