Una piedra, una moneda o una flor seca… pueden mantenernos alejados de cualquier calamidad tanto en el interior de nuestra casa como en el transcurso de un viaje.
El talismán (del árabe tilasm: conjuro, encantamiento) o el amuleto (del latín amoliri: alejar) serán útiles de acuerdo con cada necesidad, si sus virtudes mágicas han sido obtenidas correctamente. En el caso específico de los accidentes o calamidades, se puede incluso combinar el poder benéfico de uno que resguarde nuestra salud y que estará ubicado en un sitio estratégico de la casa, con el de un amuleto que llevaremos colgado del cuello a la altura del corazón y que tendrá propiedad de apartar la mala suerte y los peligros que puedan surgir en el transcurso de un viaje.
PIEDRA AZUL PARA LA CASA
Este amuleto se realiza con una piedra azul -otros prefieren el zafiro- sujetada por una agarradera que puede ser de cobre o de estaño.
A los efectos de dotar de la intensidad de los símbolos al talismán, éste será envuelto en una bolsita que llevará los colores azul, blanco y rojo. Los artesanos medievales, que no hacían nada gratuitamente, sino en función de la representación de una idea, aconsejaban estos colores por su profunda correspondencia simbólica. Una vez que el talismán ya se encuentra en la bolsita y ubicado en un lugar estratégico de la casa -que puede ser la cocina, por la relación estrecha entre comida y salud-, durante tres noches seguidas, sosteniéndolo fuertemente con la mano izquierda, diremos la “Oración a Asclepios”, que reza lo siguiente:
“Yo te pido, o Esculapio, que hagas que en mi morada reine la salud y te pido, además, que saques mi cuerpo mortal cada vez que los vientos y las calamidades quieran hundirlo en el abismo. Oh Esculapio, ayúdame a ver el mundo con ojos sanos y a terminar mi vida como los sabios que sólo mueren de viejos”.
En cada una de las tres noches en que se rezará la oración, la misma se repetirá seis veces por, como una alegoría a los seis días que ocupó dios en llevar a cabo la Creación del mundo, antes de descansar. Con este paso inicial, entonces ya habremos puesto un manto grande de salud sobre nuestras personas y las de nuestros familiares.
TRAYECTO SEGURO
Ahora toca el turno al amuleto que llevaremos con nosotros al realizar un viaje, se trate de vacaciones o del camino diario para ir al trabajo.
Hay dos maneras de encarar la hechura de un amuleto que nos sirva de protección frente a los accidentes o calamidades que puedan surgir en el transcurso de un viaje. En primer término, podemos recurrir, si conocemos a alguien dotado de poderes para que nos confeccione una “guayaca” o bolsita bien cosida por todos lados, con un amuleto adentro. Este puede ser un huesito, una reliquia, una cinta colorada que se tuvo en la boca en el momento de comulgar o bien, un objeto bendecido por un mago o poseedor de un secreto maravilloso. Como esto no resulta tan fácil, uno puede apelar a la realización casera de un amuleto.
LA ENERGIA PERSONAL
Con la dedicación en cuerpo y alma a la hechura de los talismanes y amuletos, éstos serán dotados de la suficiente energía personal como para mantenernos protegidos de los males para los cuales los hemos preparado. No es ocioso reiterar que, para cada circunstancia o necesidad, habremos de emplear diferentes tipos de amuletos, ya que los confeccionados con invocaciones a Asclepios servirán para detener los males contra el cuerpo y el espíritu -ya sean enfermedades o accidentes-, pero no serán efectivos ante otros problemas que se nos planteen.
Cuántas veces se ha oído decir a alguien, en tono de queja, que su amuleto o talismán no lo había ayudado frente a una circunstancia determinada, cuando en realidad el mismo había sido concebido para otro fin en el que sí había resultado útil.
ESPÍRITU UNIVERSAL
Hay quienes creen que los únicos amuletos a los que pueden aferrarse -y de hecho lo hacen- son los sofisticados y caros objetos que les ofrece la modernidad. Estas personas se sienten más seguras y protegidas cuantos más objetos de consumo posean en su hogar o puedan llevar a todas partes con ellos mismos.
Lo importante es estar seguros de nosotros mismos y saber con certeza que ese amuleto que hemos fabricado lleva en sí parte del Espíritu Universal que también habita en nuestro corazón. Sin fe, nada es posible: se trata de creer, primero, en nosotros mismos -que somos el reflejo del Ser Superior- y, luego, en aquellas obras que, movidos por esa entera confianza y esa profunda creencia, nos abocamos a realizar en virtud del bien.