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 Abandona para siempre la infelicidad

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Nemesis
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Nemesis


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MensajeTema: Abandona para siempre la infelicidad   Abandona para siempre la infelicidad Icon_minitimeMiér Mar 23 2016, 21:19

Conviene no olvidar nunca esto: Tanto la infelicidad como la felicidad son una decisión personal. Uno puede dejar de ser infeliz en cuanto lo decida y haga lo que tiene que hacer para deshacerse de ella.
En mi opinión, tal vez no encaramos del modo adecuado la idea de infelicidad. Escribo “idea” porque la infelicidad realmente es solo una idea.
Es casi seguro que, visto objetivamente, se puede llegar a la conclusión racional de que uno tiene motivos más que suficientes para ser y sentirse feliz, pero si la idea que ronda nuestra mente es la de que somos infelices, la energía que se pone en eso suele ser tan intensa que creará, sin duda, una infelicidad artificial pero de poderosas y adversas consecuencias.
Las personas buscan libros y artículos que les hablen sobre la felicidad, pero se desatiende algo que es imprescindible conocer: la infelicidad.
Parece ser que a la felicidad no le permitimos alcanzar su plenitud mientras exista algo de infelicidad. O por lo menos, algo que uno sienta como infelicidad, ya que el hecho de tenerla como sentimiento hace que nuestra mente lo interprete como realidad.
Entonces… ¿Será que hay que hablar de infelicidad antes de hablar de felicidad?
Esto es una apreciación personal. Piensa en tu caso. ¿Te deshaces de las cosas que te hacen infeliz o te empeñas en querer sepultarlas con otras cosas que te hagan feliz? En caso afirmativo… ¿Sabes que estás intentando construir sobre un suelo que en cualquier momento va a hacer que se caiga tu construcción?
¿Piensas que si hay muchas cosas que te hagan feliz van a desaparecer las que te hacen infeliz? Supongo que tu respuesta es negativa. Lo sabes conscientemente, pero… ¿Lo sabe tu inconsciente?
Esto es difícil de medir, pero apostaría a que las cosas que te hacen infeliz tienen diez veces más de poder que las que te hacen feliz. Además, son más insistentes y más notables. Y, lo que es peor, producen sufrimiento.
A veces, uno se pregunta: ¿Por qué soy infeliz, si tengo un buen esposo, dos hijos cariñosos y buenos, un buen trabajo, una buena casa…? Y es difícil responder a la pregunta porque se hace en el sitio equivocado. Se le pregunta a la lógica y la lógica hasta puede darte la razón, pero… ¿De qué te sirve que te dé la razón? La infelicidad es un sentimiento, no es un asunto que se pueda racionalizar y por ello desaparezca.
Las cosas malas que tiene la infelicidad –que son muchas- son, sobre todo, que es absorbente, acaparadora, manipuladora, que lo abarca todo y con su influencia negativa hace desaparecer a la felicidad y lo tiñe todo de un gris sombrío. Y conviene ser muy conscientes de esto, pero que muy conscientes, porque en cuanto se instale esa idea en la cabeza se instalará al mismo tiempo un pesimismo que irá contagiando a todas las facetas de nuestra vida, a nuestro ánimo, apagará las esperanzas, destituirá a las sonrisas, y se instalará de una forma tan arraigada y poderosa que irá contaminando cada uno de nuestros pasos y todos los propósitos.
Se puede Ser Infeliz y darse cuenta, o Ser Infeliz y no darse cuenta.
En el primer caso, uno reconoce su infelicidad –con más o menos conflictos internos- y tras pasar el shock emocional que se produce cuando una acepta su infelicidad, empieza la parte buena y enriquecedora: uno tiene la opción de abandonar la idea de infelicidad para acceder en primer paso a la tranquilidad para, posteriormente, sacar de esa circunstancia toda la enseñanza que lleva y todo lo positivo que conlleva.
En el segundo caso, permite vivir en una burbuja muy aislada donde no entra el intento de resolver la situación o situaciones que condenan a esa infelicidad. Uno se apaga en su idea de que no tiene remedio y se hace sufridor profesional cualificado.
Conviene saber que la infelicidad es, casi siempre, una situación a la que conduce el ego, que no quiere aceptar la desgracia ni la suerte adversa, que no admite que en la vida no se cumplan todos sus deseos y que los sucesos del mundo no dependan de sus decisiones. Y es quien impone un estado de frustración que nuestra mente traduce como infelicidad, aunque no lo sea.
A las personas o cosas que producen infelicidad hay que verlas desde fuera, inafectados, como si fueran ajenas, para poder conservar la objetividad con la que se podrían desmontar todos los aspectos que colaboran en que uno se sienta infeliz.
Como la infelicidad es un estado mental, aunque uno sea real y objetivamente feliz, si se siente de ese modo tiene todas las posibilidades de acabar estando infeliz y sintiéndose como tal. Son ideas que no admiten un diálogo abierto en que se les pueda hacer ver su sinrazón, el daño que causan, y su inutilidad
Si uno desmenuza los motivos que cree que le provocan infelicidad y ve que no son concluyentes, o no es capaz de encontrar la razón entre los asuntos que revise, entonces es muy posible que sea un asunto espiritual.
Es muy conveniente –como en todos los casos- hacer muy bien la pregunta porque cada pregunta tiene SU respuesta, y si no se hace del modo correcto es posible que nos quedemos con una respuesta que no es la adecuada a la pregunta que nos interesa pero hemos hecho mal. No hay que preguntarse: ¿Por qué SOY infeliz?, ¿Por qué SOY un desgraciado?, sino que habrá que preguntase ¿Por qué me SIENTO infeliz?, ¿Por qué me SIENTO un desgraciado?
FELICIDAD e INFELICIDAD, como palabras, sólo se diferencian en el prefijo IN. Este prefijo siempre indica negación o privación. Infeliz, por tanto es “no ser feliz” o es “privarse de la felicidad”.
Infelicidad es, por tanto, la falta de felicidad. Pero se confunde habitualmente la infelicidad con la ausencia de felicidad plena por la falta de una resolución de nuestro agrado en un área concreta de la vida. Si no somos o no nos sentimos felices, entonces, lo interesante es averiguar cuál es la razón, el origen verdadero, y no ponerse a tratar de incorporar elementos que suponemos nos van a hacer felices porque no van a encontrar una situación que les acoja bien, ya que interiormente no existe esa situación. Es como cuando estás de mal humor y nada que te hagan te parece bien y ningún chiste te hace gracia.
Lo que pasa es que si no se tiene claro el concepto de infelicidad, o si uno es propenso a ella porque no sabe entender ese sentimiento, se puede equivocar –trágicamente y mucho- interpretando que es infeliz porque no encuentra un trabajo, su vida sentimental es deficiente, le falta su querida madre, un amigo le ha fallado, o es domingo y se van a mojar los planes previstos. Todo eso no son más que asuntos circunstanciales adversos, realidades que inútilmente no se aceptan, o carencias en un solo y específico área de la vida. Lo contraproducente es hacer lo que se hace habitualmente: si falla un aspecto de la vida se le da un valor desmesurado y nos obnubila de tal modo que llegamos a ser capaces de englobar todos los otros asuntos que nos van bien, y el propio concepto de ser y saberse feliz que uno tiene, en la afirmación equivocada de “Soy infeliz”.
No es cierta la afirmación de “Soy infeliz”. Simplemente, alguna cosa no ha salido como yo deseaba o fantaseaba. Puedo sentirme triste, incómodo, decepcionado, enojado, o frustrado en un aspecto… pero no “Soy infeliz”.
No hay que confundir los términos. Repito: si yo me digo a mí mismo que “Soy infeliz”, acabaré creyéndomelo y actuando como tal. Eso implica que mi carácter abandonará la objetividad para pasar a verlo todo a partir de ese pensamiento con el tinte negro de la infelicidad, y todo –hasta lo más nimio- comienza a ser una tragedia; la mente se centra en la tragedia y se olvida que ese “lo que sea” sólo representa un pequeñísimo porcentaje en el conjunto de cosas de nuestra vida.
Que la infelicidad no te impida ver la felicidad que sí tienes. Que no la minusvalore. Que no la hiera ni la borre. No hay que permitir que el hecho de que una cosa no suceda del modo deseado se convierta en infelicidad –porque no lo es- y que posteriormente eso malogre el resto de felicidad que uno siente y es.
Una de mis palabras favoritas en los procesos de Desarrollo Personal es esta: Preservarse. Ponerse a salvo. Protegerse. Resguardarse de algún daño o peligro. Cuidarse. Crearse el mecanismo y la atención que se necesitan para que no afecten negativamente las cosas que nos suceden.
Algunas de ellas son inevitables y no es correcto darles el poder y el permiso para que nos agredan. Se malogran algunas cosas y algunos proyectos, y eso es y hay que aceptarlo como “normal”. Podía suceder y sucedió. Estaba en la parte de las previsiones que preferimos obviar. Y eso hay que tolerarlo sin objeciones, sin que sea una catástrofe de proporciones desmesuradas y sin pataleta, ya que no es correcto dejar nuestra estabilidad emocional, y nuestro sentimiento de felicidad, en las manos de la posibilidad de que el azar o las situaciones nos provean de algo indeseado.
Es conveniente quitarles el poder a las cosas que nos suceden, para que no se convierta en infelicidad lo que simplemente es una frustración. De la vida hay que esperar cosas sensatas y no irrealidades, y es más adecuado no confiar plenamente en las utopías. Los sueños, sueños son.
En la vida pasa lo que pasa y no siempre lo que uno desea que pase.
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