Vivimos aferrados a todo lo que nos es conocido. Estar en contacto con todo lo que nos es familiar nos aporta seguridad. Y lo hacemos, aunque sea de forma inconsciente, es lo que conocemos y nuestro entorno ya está bien así.
Y pasa , que cuando lo habitual, lo familiar y cotidiano, lo que habíamos creído que era inalterable empieza a cambiar, o a desaparecer... nos invade un ahogo, un miedo, que bien puede llegar a la ansiedad.
El miedo al cambio nos afecta, y queremos protegernos contra él, y nos afecta más; y tenemos más miedo,...y la tendencia será volver a lo conocido, a lo que nos da seguridad.
¿Qué pasa ante los cambios? Nos invaden los miedos, la incertidumbre, la incomodidad ante lo desconocido, la ansiedad y desasosiego de no saber que es lo que me depara todos eso que es nuevo para mi.
Y todo ese enjambre de emociones hace que muchas veces interrumpamos nuestro camino, que luchemos en su contra. Es, en muchas ocasiones, una batalla perdida, pues la vida fluye en constante evolución.
Nuestra necesidad es siempre de seguridad, y lo nuevo implica riesgo, y riesgo implica ¡VIVIR!
Y al final te encuentras luchando por algo que no te está beneficiando en nada, que posiblemente ya no te conviene, en vez de salir ahí afuera y buscar lo bueno que la vida prepara para ti. ¡Permite que suceda!
Mira, cambiar no tiene porque ser necesariamente difícil; paso a paso y consciente de donde están tus limitaciones, se puede llevar de una forma afable.
Haz que tu plan sea a corto plazo, y poco a poco, apreciando cada pequeña conquista.
Hacer un pequeño cambio siempre es mejor que no hacer ninguno.