Si estás leyendo estas líneas es porque eres una persona afortunada.
Significa tanto que tal vez no lo estás valorando en su justa medida.
Es que a veces nos dejamos llevar por lo secundario y nos perdemos lo que realmente es importante: todo lo bueno que nos rodea.
Porque si estás siguiendo este post que escribí desde tu PC o tu teléfono y te enteraste de su existencia por correo electrónico, Twitter o Facebook…
¿Te das cuenta de todo lo que eso implica?
Desde que puedes leer y comprender textos, y eres inteligente, hasta que cuentas con buen acceso a las tecnologías del siglo XXI y sabes utilizarlas.
Así es todo.
Cuando te levantas a la mañana, ¿te centras en que si sonó el despertador temprano es porque tienes trabajo o estudias y eso es espectacular por todo lo que te posibilita y por el futuro que te estás forjando?
¿Valoras el tener ropa para elegir, comida en el refrigerador, amigos, familiares?
Porque si te lamentas porque tal miembro de tu familia requiere que se vean más de lo que desearías, te despertó un pajarito, te quedaste sin tu bebida favorita o “no sabes qué ponerte” para salir mañana, te estás perdiendo lo mejor.
El sentirse afortunado es una actitud de vida.
Para cierta gente parte de la comparación con otros (¡qué suerte que tengo de haber nacido en este lugar/con esta familia!) o con cuando era más joven (¿recuerdas la época en la que el dinero era escaso o tenías que tomar dos transportes públicos para ir a estudiar?)
Para otros, porque minimizan lo que no les sirve y se enfocan en el vaso medio lleno, siempre – y acá me incluyo. Cuando tengo que esperar por la razón que fuera (un trámite, un médico, tránsito atascado), no me quejo y uso ese tiempo de alguna manera interesante o productiva (como leer el periódico en mi teléfono, mandar mensajes pendientes o hacer una lista mental del día siguiente, para poner en orden mis tareas).
También están quienes recuerdan momentos en los que tuvieron más brillo y saben que se trata de un revés y que en cualquier momento y gracias a su determinación las cosas se invertirán, podrán emerger y volver a experimentar una sensación de plenitud. El darse cuenta de esto, definitivamente, atrae la buena fortuna.
Todos los días de mi vida, siento que soy una persona afortunada. ¡Es tanto lo que tengo para agradecer!
Es que de nada sirve que me enfoque en mis carencias o en las cosas que me han salido mal: están ahí para que aprenda y para que entienda que si hay negro es porque existe el blanco, si hay oscuridad es porque existe la luz y, así como hay tristeza, también se presenta y se reproduce la alegría