Siempre se habla de mantener una actitud positiva, alegre y optimista, lo cual te asegura una mejor calidad de vida. Están comprobados los efectos que tienen los pensamientos negativos sobre la salud y las enfermedades que podemos contraer si estamos continuamente estresados o furiosos. Pero, ¿sabías que el malhumor tal vez esté relacionado con la inteligencia emocional?
¿Ser gruñón y ser inteligente están relacionados?
Un interesante estudio publicado en la revista Australasian Science demostró que no siempre ser optimista y ver el mejor lado de las cosas ayuda a ver las situaciones de un modo crítico y asertivo.
Esta investigación fue liderada por el psicólogo y especialista en conducta Joseph Forgas, de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, e indicó que el malhumor muchas veces da claridad mental, y en este sentido podría asociarse con la inteligencia.
Cuando nos sentimos molestos (no “ciegos de ira”, que es distinto), el cerebro actúa de diferente forma, promoviendo estrategias de procesamiento de la información. Por ejemplo, mejora la memoria y la capacidad de juicio.
En otras palabras, según el estudio, tomamos mejores decisiones bajo estos estados de ánimo.
El buen humor, por otro lado, tiende a difuminar nuestra percepción de las situaciones. El doctor Forgas hizo un experimento, que fue entrevistar a más de 70 personas al salir de una papelería, y les preguntaba cómo se sentían. A continuación, les planteaba otra pregunta: “¿Cuáles de los diez pequeños objetos situados junto a la caja registradora puede recordar?”, y sorprendentemente aquellos que dijeron sentirse mal, o tristes, o malhumorados, recordaron con mucha más precisión esas cosas que por lo comunes suelen pasar desapercibidas.
Estas personas tienen más memoria y por lo general presentan menos propensión a la manipulación que las personas positivas, además de que son más autocríticas y se responsabilizan con mayor frecuencia de sus errores.
Un estado de ánimo positivo promueve la creatividad, la cooperación y la flexibilidad y tolerancia –habilidades nada despreciables, que nos ayudan en nuestro desenvolvimiento social–, pero lo increíble de este experimento fue la constatación de que el mal genio mejora la atención y genera un pensamiento más prudente (pues las situaciones se analizan con una mayor distancia y objetividad), y que la tristeza, por extraño que parezca, facilita las estrategias para salir airoso en situaciones difíciles.
Es importante entender que no hablamos de estados patológicos, como la depresión, o de un constante malhumor. Sencillamente indicamos que no siempre es adecuado mantener el optimismo, pues éste impide ver claramente el alcance o gravedad de las circunstancias. Como dicen por allí, “hay que poner los pies sobre la tierra”.
Otro dato curioso fue el relacionado con el clima: Forgas descubrió que los días húmedos y grises acentúan la memoria, y los soleados tienden a volver olvidadizas a las personas… Interesante, ¿verdad?, además de que el tiempo también influye en nuestro estado de ánimo.
Sea como sea, ya ves que está bien que de vez en cuando des rienda suelta a ese geniecillo malhumorado que muchos llevamos dentro. Forma parte de la inteligencia emocional. Moléstate, y expresa tus emociones. En ocasiones, ver “el vaso medio vacío” te podrá ayudar a buscar las maneras de llenarlo.
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