Publicado por Cristina BalseraHace unos días y de manera inesperada, me sorprendí reconociendo ante una persona uno de mis miedos. Esa persona, que no estaba a mi lado de manera casual, me ayudó a descubrir a qué respondía en realidad ese miedo, que nada tenía que ver con lo que yo creía, todo encierra una lectura psicológica mucho más allá de lo que se ve.
Mientras yo relataba él vio en mí el miedo verdadero que no era más que la necesidad de tener todo bajo control, un miedo muy inconsciente del que yo no me daba cuenta y que me hizo relacionar situaciones de las que efectivamente huía a causa de ese miedo interno.
Quizás sea algo común, no considero que yo sea la única persona a la que le ocurre. Caminamos por la vida creyendo que todo está controlado, que estamos protegidos y a salvo dentro de nuestro territorio privado y además, cercado, para no ver ni que nos vean.Pero como la vida es así de terca, caprichosa y libre, cuando ella cree conveniente nos manda situaciones que nos descolocan y nos asustan, situaciones dignas de admiración, de alegría, de ganas de vivirlas pero que hacen que se activen nuestras alarmas y que escojamos la opción de salir huyendo ignorando la otra opción, la de “a ver qué pasa”.
Posiblemente a lo largo de nuestra vida hemos dejado pasar de largo cantidad de situaciones por el mismo motivo sin ser conscientes. Pero cuando encima eres consciente de lo que estás haciendo te das cuenta realmente hasta el punto en que son capaces de manipularnos nuestros miedos, creencias, invenciones y límites.
¿Y qué se supone que debemos hacer una vez nos damos cuenta de que tenemos una oportunidad delante y que la estamos dejando pasar? Antes que nada decir que es cierto que eso que hoy vemos como oportunidad puede que no sea lo que buscamos pero, para eso hay que probar. Además, si algo te remueve por dentro está claro que tiene muchas papeletas de que sea una oportunidad y, de las grandes.
Lo primero y más fundamental es no forzar nada, debemos darle pequeños empujoncitos a nuestro corazón pero a su ritmo, recordando que es un trabajo conjunto con la mente que al estar demasiado contaminada, necesita su velocidad para no llegar a huir para siempre si se siente acorralada.
Y lo segundo, hay que dejar de hacerse preguntas, de intentar gestionar, de analizar. A veces las cosas hay que dejarlas estar y no forzar la máquina en busca de una respuesta que te convenza.
Cuando necesitas estos trabajos mucho más profundos, lo sabes. Sabes que ha llegado el momento de desconectar de lo externo para conectarte con lo interno y desde ahí empezará tu transformación, la que te ayudará a ir tirando muros para finalmente descubrirte a ti mismo.
Y ahora voy a hablar en primera persona ya que siempre escribo en tercera. Estoy segura de que llegará el día en que me rinda ante mis propios muros porque yo, como cualquier ser humano, también los tengo. Y lo mejor es que esto es un nuevo aprendizaje que pondré a disposición de los demás como todos los que he tenido porque mi trabajo no se basa en lo estudiado (y que respeto) sino en lo vivido.
Se ha presentado ante mí una persona que ha sido capaz de decirme “Eh! ¿Te das cuenta de lo que haces?”. Una persona de la que he huido y a la que espero volver. Ahora toca un gran trabajo por mi parte, un trabajo que a lo mejor necesitas tú también, por eso te cuento todo esto.
A mi pregunta ¿Cuándo se sabe que es el momento de dar un nuevo paso? Él me ha respondido “Sólo cuando te rindas, cuando tú no lo decidas. Entonces la magia llegará”.
Así que te deseo que llegue pronto el momento en que te rindas y empieces a dejar de luchar contra tus miedos para así comenzar a ser. Y solo se es, siendo.