Cuando tienes tu meta adelante, cuando crees en ti, cuando crees que puedes ganar, nunca mires hacia atrás.
No te descuides un segundo, porque alguien te podrá arrebatar lo que tanto deseas, lo que tanto esperas y lo que tanto anhelas.
Cuando dudas, cuando consideras que no eres capaz, porque alguien es mejor o cuando crees que los demás son superiores, pierdes.
Debes creer en ti. Debes tener la convicción en lo que piensas y haces.
Nunca mires hacia atrás, porque la meta está adelante. Creer en ti es lo más importante. Estar convencido de que puedes. Estar convencido de que eres muy capaz.
Si alguien te dice que puedes lograrlo, no lo dudes.
Si alguien confía y cree en ti, ¿Por qué tú vas a dudar?
Saber que compites con los mejores es un gran reto. Saber que estás entre los mejores significa demasiado. Estar entre los mejores implica mostrar todo lo que sabes y de lo que eres capaz.
Nunca pienses que los demás, por nombre, currículo, experiencia pueden ser mejores siempre.
Empieza a mostrar tus capacidades donde estés. En cualquier empresa, distínguete, prepárate cada día más, convéncete y convence a los demás de que lo que haces es excelente.
Cree en tu excelencia. ¿Por qué conformarte con ser segundo cuando puedes ser primero?
En todo momento, en todo lugar, donde puedas demostrar que eres un vencedor, que eres grande en lo que haces, hazlo. Sin miedo, sin dudas, sin temores.
Nunca mires hacia atrás. Ni pongas a funcionar el retrovisor. Jamás. Toma decisiones siempre. Las decisiones que creas son las mejores y las más importantes.
Nunca te des por vencido. Y menos, sin empezar. El camino de la vida no es fácil, pero a medida que van apareciendo las dificultades, puedes sobreponerte.
Nadie te vencerá si no te das por vencido. Siempre debes creer en ti. Nunca dudes de tus capacidades, de tus posibilidades.
La actitud positiva te llevará a lograr todos tus sueños.
¿Sabes por qué el vidrio panorámico es más grande que el retrovisor?... Porque el camino que tienes delante es más importante que el que dejas atrás...
Gentileza, Manuel Gómez Sabogal