En la vida física, los sentidos se percatan de la existencia de las cosas, la mente descubre la realidad de los significados, pero es la experiencia espiritual quien revela al individuo los valores de la vida.
Nada es comparable, ni puede reemplazar a la experiencia personal en cualquier sentido, pero de una manera especial en el plano espiritual, por eso que la religión no se puede regalar, recibir, prestar ni aprender pues es una experiencia personal que crece proporcionalmente a la búsqueda de los valores finales y esta búsqueda necesariamente tiene que ser propia de cada individuo. A las masas se les puede adoctrinar, al individuo no, porque es su libre albedrío quien escoge que parte de la Verdad le sirve para evolucionar, porque la Verdad es una sola pero tiene muchas caras y ellas van cambiando según sea la comprensión de cada ser humano y lo deseable es que esta comprensión no sea estática sino que vaya en avance permanente.
La revelación, como fenómeno de época es periódica, pero como experiencia personal humana es continua porque ella siempre dependerá del deseo íntimo de la persona para encontrarla, porque tu naturaleza más profunda, el Espíritu divino crea dentro de ti el hambre y la sed de rectitud por eso cada día que vive un verdadero creyente le resulta más fácil hacer lo que es recto cuando en forma volitiva está empeñado en avanzar en el Camino.
La comprensión de la Verdad no ha sido nunca, ni será jamás dependiente de un gran saber, ni de una lógica ingeniosa, porque ella está al alcance tanto de los cultos como de los incultos. La religión debe ser su propio crítico y juez, no puede ser observada, ni mucho menos comprendida desde afuera. La única seguridad que tienes de un Dios personal, consiste en tu propio discernimiento en cuanto a tu creencia de las cosas espirituales.
Por eso son tan inútiles las discusiones filosóficas sobre la religión, porque cada uno puede estar en lo cierto y tener su propia verdad, la que le permite su discernimiento y que se manifiesta en los frutos que es capaz de aportar a la sociedad, para lo cual se requiere de esfuerzo y constancia para hacer de la vida diaria una experiencia religiosa.
La religión del espíritu, significa esfuerzo, lucha, conflicto, fe , determinación, amor, lealtad y progreso. La religión de la mente, la teología de la autoridad, requiere poco o nada de estos esfuerzos en sus creyentes. La tradición es un camino fácil y seguro para las almas temerosas de tomar sus propias decisiones.
Libro de Urantia
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