¿A quién le importa la paz?
Todo el mundo se llena la boca hablando de paz. Dan premios Nobel por eso. Hacen asociaciones, donaciones, convenios y reuniones para decirse uno al otro una cosa tan obvia, que ni una telefoneada sería necesaria para expresarla. ¿Y cuál es esta idea genial que quieren expresar? Que la guerra es una cosa mala. ¡Puta madre! ¡Qué idea genial! ¡¿Cómo se les ocurrió una idea tan aguda?!
Hablan tanto contra la guerra, pero nadie hace nada para extirpar de raíz las razones que la crean. La semilla de la guerra se siembra en el momento en el cual creas separación en las mentes de los humanos.
Una sociedad verdaderamente religiosa, como primera cosa tendría que enseñar que los humanos son todos iguales, y que las distinciones son todas superficiales y arbitrarias. Al contrario, todas las sociedades y todas las religiones gastan un montón de tiempo y energía en crear distinciones, enseñando a los niños judíos: “¡atención!, tú no eres un pinche musulmán”; y a un musulmán: “tú no eres un pinche hindú”; a un estadounidense: “tú no eres un pinche mexicano”… y al final terminan en que son todos pinches: judíos, musulmanes, hindúes, gringos, mexicanos y todos los demás.
Todos te enseñan a respetar tu bandera y a despreciar la de los demás, a honrar tu religión y a ridiculizar la de los demás, a venerar a tus maestros como divinos y a considerar a los maestros de los demás como blasfemos. Hacen de todo para darte el orgullo de ser un francés, un argentino o un chino y mirar a todos los demás como “los otros”. Y te cuentan de ofensas viejas, de siglos. Te dicen que los tatarabuelos de estos hijos de la chingada que viven del otro lado del río ofendieron a nuestros tatarabuelos mostrando el trasero durante la fiesta de nuestro santo patrono… Por eso una noche fuimos a prenderle fuego a su iglesia… y estos malditos se vengaron hundiéndonos todos nuestros barquitos que acabábamos de pintar de azul, que es el color de nuestra bandera, mucho más bonito del color caca de su bandera…
Así, con estas tonterías, se cultivan separación, odio y sentimiento de venganza que duran por milenios.
Esta gente que habla tanto de paz tendría que hablar menos y hacer algo. La primera cosa que se tendría que hacer es eliminar en todo el mundo todos los símbolos que crean separaciones como las banderas y los himnos nacionales.
Hay himnos que son hasta sangrientos. El himno francés por ejemplo:
Marchemos, hijos de la patria,
que ha llegado el día de la gloria
el sangriento estandarte de la tiranía
está ya levantado contra nosotros.
¿No oís bramar por las campiñas
a esos feroces soldados?,
pues vienen a degollar
a nuestros hijos y a nuestras esposas.
¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
que una sangre impura
empape nuestros surcos.
¿Y el himno mexicano? Reflexionen un momento sobre las palabras, por favor:
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la tierra
al sonoro rugir del cañón.
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡Guerra, guerra! Los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! En el monte, en el valle
los cañones horrísonos truenen…
¿Les parece una canción para enseñar a los niños? ¿Y después nos maravillamos si nuestro amado México es uno de los países más violentos del mundo? ¿Que Ciudad Juárez es más peligrosa que Bagdad? ¿Que en tres años la guerra al narcotráfico ha generado más muertos que la Revolución mexicana? ¡Quién sabe de dónde vino esta tendencia a la violencia que lleva a estos traviesillos a tirotearse en las calles como en una película de vaqueros, a torturar y a cortar cabezas!
Y aun si no todos los himnos son invitaciones tan explícitas a la guerra, de cualquier forma todos ponen gran énfasis en resaltar el sentimiento nacional, reforzando la idea de que más allá de la línea arbitraria de las fronteras de tu nación están los enemigos.
Si unos cantan su himno nacional honrando la bandera pakistaní de un lado de la frontera, y apocos kilómetros hay otros que cantan y honran la bandera de la India, has creado las premisas para una guerra que tarde o temprano va a explotar.
Si interesara verdaderamente la paz, todos los símbolos que distinguen una religión de la otra, una ideología de la otra, tendrían que ser absolutamente prohibidos. No se tendría que enseñar a los niños nada que los lleve a sentirse separados o en conflicto con los demás. Al contrario, tendrían que ser educados para el respeto y el amor por lo que es diferente de ellos. Todos los niños del mundo, cada mañana, en las escuelas de todo el mundo, no tendrían que cantar un himno nacional sino un himno internacional, mundial:
¡El himno al amor! Algo del tipo:
Mis queridos hermanos del mundo,
qué bonito es cantar para vos
y sentir justo junto a mi pecho
el latido de su corazón.
Por favor ven a mi casa,
hay comida y un hogar para vos.
Qué bonito mirarte a los ojos
y descubrir la sonrisa de Dios.
Mando besos a los niños del mundo,
aunque sean de cualquier color.
Bajos, altos, delgados y gorditos,
justo a todos les mando mi amor.
Niños blancos como una estrella,
niños negros como la noche,
rojos, verdes, naranja o amarillos,
todos están dentro mi corazón.
A mi vecino le abro mis brazos
pa’ que juntos podamos bailar.
Y si un día se la pasa triste
venga aquí a mi pecho a llorar.
Qué bonito vestirnos de fiesta
e invitar a todo el mundo a venir,
porque lo que más que todo me gusta
es juntarme con todos a reír.
No más quejas, conflictos y guerra,
no más lágrimas y no más dolor,
amo el mundo y amo la tierra,
amo el mar, el cielo azul y el amor.
Si toda esta gente que habla de paz estuviera verdaderamente interesada en la paz, tendría que agarrar todas las banderas, los himnos nacionales y los símbolos religiosos y meterlos todos en el GMBH, el “Gran Museo de la Barbaridad Humana”, y llevar a las nuevas generaciones a visitarlo diciendo: “Miren, éstos son los símbolos de cuando la humanidad era ignorante, primitiva y bárbara.
Cuando los humanos todavía pensaban que la humanidad estaba dividida en bandas. Éstos son los símbolos que han creado infinidad de sufrimientos a nuestros ancestros”.
La mente se nutre de lo que les das de comer. Si le das de comer guerra, conflictos y competición, la mente se vuelve agresiva, se vuelve un monstruo; si le das de comer armonía y amor, la mente se vuelve un amigo agradable.
La sociedad nos programa exactamente como quiere, en función de las expectativas, las necesidades y la tradición que tiene. Sobre esto, Pancho López nos ha entretenido ampliamente en la primera parte de este relato, cuando nos ha ilustrado las “virtudes” de los alquimistas “Patas Pa’ Arriba”. Por lo tanto regresemos a la naturaleza de la mente.
Capitulo extraído del libro “Me vale Madres: mantras mexicanos para la liberación del espíritu” de Dayal Prem. Por cierto el libro está buenísimo!! Y además divertido, estoy seguro que se pasaran un buen rato leyéndolo, si alguien le intereso se lo puedo hacer llegar por medio de Javi, claro si Javi está de acuerdo en ser el intermediario.
P.D. Javi, desde que lo empecé a leer siempre tuve la sensación de que fueras tu quien lo estuviera escribiendo, hehehehe…
¿Porque me llego la nostalgia de repente?
Si tuviera un cerebro lo sabría