Atrapados en la rutina y sin darnos cuenta, vamos perdiendo la capacidad de ilusionarnos. Pensamos que al hacerlo nos sentiremos a salvo de las posibles frustraciones que sufriremos y, por supuesto, de la desilusión.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado soñando despiertos porque nuestra mente nos ha llevado a imaginar un deseo o un viejo sueño hecho realidad? ¿Cuántas veces nos visualizamos en un mejor trabajo, en un cargo más importante, viajando a un lugar exótico y lejano, en una casa más grande o en una ciudad nueva y desconocida, haciéndonos sentir, por unos minutos, contentos, entusiastas y deseosos de poder vivirlo, pero unos instantes más tarde nos decimos que estamos perdiendo el tiempo y que necesitamos aterrizar en la realidad?
Lamentablemente, somos nosotros mismos, con la idea que tenemos acerca de lo que merecemos, de lo que podemos obtener y de lo que en realidad creemos que somos capaces de conseguir, el principal obstáculo a superar. En la mayoría de los casos, las creencias que tenemos acerca de alguna limitación o característica en nosotros que consideremos negativa se convierten en la razón por la cual ni siquiera intentamos recorrer el camino que nos pudiera llevar a conseguir nuestro sueño. Nos repetimos frases negativas y determinadas que refuerzan nuestras limitaciones.
Cuando decimos o pensamos que algo no es para nosotros, es como si agacháramos la cabeza, considerando que está fuera de nuestras posibilidades o que no merecemos obtenerlo o buscarlo. Cuántas personas que soñaron con una carrera universitaria, con un mejor trabajo o una mejor condición de vida, fracasaron antes de intentarlo por las creencias que tenían grabadas en su mente.
Lo primero que hay que hacer para recuperar la ilusión en nuestra vida es comenzar a creer que no hay características, rasgos o condiciones que nos impidan conseguir lo que deseamos. Y, al mismo tiempo, pensar en que nuestros sueños pueden cumplirse de una forma completamente diferente a como lo imaginamos o pensamos que deberían ocurrir. Estar abiertos a esa posibilidad y trabajar con entusiasmo, determinación y confianza para alcanzar el resultado, sin preocuparnos por la forma en la que se manifestará, puede llevarnos a cumplirlos con éxito.
Cuando actuamos de esta manera, simplemente nos entregamos a la tarea de hacer cuanto sea necesario o esté en nuestras manos para conseguir el sueño o cumplir nuestro deseo, y aunque inicialmente nos parezca un esfuerzo infructuoso, perseverar en nuestro empeño hará que nuestra acción genere una serie de efectos que bien pudieran conducirnos a la consecución de nuestros sueños de una manera insospechada.