Cuando era adolescente me encantaba decir “LA VIDA ME SONRÍE”.
Entonces quería decir que todo iba saliendo bien, que el camino estaba lleno de razones para dar gracias, que en la ecuación esperanzas/fracasos , esperanzas marcaba una notable desigualdad a favor.
Alguno me ha preguntado en estos días si todavía me gusta decirlo así, si aún “me sonríe” la vida. ¡El recuerdo tomó una forma tan real! Y aún así, “salpicada” con alguna gotita de nostalgia, no he podido despegarme de la pregunta que se hace presente, que me llama a responder desde mi ahora.
Queridos todos, y especialmente a los que preguntaron: LA VIDA ME SONRÍE!
A esta altura lo que ha cambiado es el desde dónde afirmo esto que digo. Lo cierto es que aún creyendo hondamente que todo está bien así, a veces lo “bien” aparece un poquito camuflado. Hay un bien sostenido mucho más en esperanza y fe tantas veces, que en cosas inmediatas y concretas. Y es bueno que así sea.
Razones para dar gracias… esas sí que siguen siendo bien abundantes: dos razones primeras con nombre y apellido que valen más que miles de otras razones que también suman; y otras que (desaniman, apagan y oscurecen cierto brillo) a veces tienden trampas para deslucir un poco la alegría. Pero no son suficientes, ni podrían serlo nunca.
Fracasos, lo que se dice fracasos… ya no soy tan terminante al definirlos. No es por negar que haya cosas que no han salido como esperaba, pero tampoco estoy segura de que puedan ser llamados fracasos.
Y esperanzas, lo que se dice esperanzas… ya no soy tan mezquina al reconocerlas dentro. No es por exceso de optimismo, entiéndase. Con pies en tierra, mirando suelo y cielo, desandando pasos y proyectando nuevos, revisando camino e historia, lo que veo y vivo se vuelve cada día más especial.
¡La vida se pone cada día más linda! la vida me sonríe!
¡La vida es bella!
Puedo cantar… ♪ ♫ ♪