La aspereza ahuyenta las formas anímicas en torno tuyo, las que han de abrir el ojo de tu alma; la apacibilidad remueve los obstáculos y abre tus órganos superiores.
A la par que la apacibilidad se desarrollará entonces otro rasgo anímico, la tranquila atención hacia toda las sutilezas de la vida anímica en torno, mientras se mantengan calladas las emociones del alma propia. Cuando el ser humano haya alcanzado esto, las emociones anímicas en torno suyo influirán en él de tal manera que el alma propia crece y, al crecer, se estructura tal como la planta se desarrolla bajo la luz del sol.
La apacibilidad y el saber callar, acompañados de verdadera paciencia, abren el alma al mundo anímico y el espíritu al mundo espiritual."Permanece en la quietud y el recogimiento, cierra los sentidos contra lo que éstos te habian transmitido antes de tu discipulado; acalla todos los pensamiento que, según tus hábitos anteriores, solían fluctuar sne tu ser, vuélvete interiormente tranquilo y callado, y espera con paciencia; entonces los mundos superiores comenzarán a formar tus ojos anímicos y tus oídos espirituales. No esperes poder ver ni oir inmediatamente en los mundos del alma y de espíritu, pues lo que haces simplemente contribuye al desarrollo de tus sentidos superiores, pero no serás capaz de ver con tu alma de oír con tu esíritu, hasta tanto no poseas esos sentidos. Después de permanecer enquietud, y recogimiento durante un breve tiempo, vuelve a tus tareas habituales, no sin antes de compenetrarte en el siguiente pensamiento: alcanzaré lo que he de alcanzar cuando esté maduro para ello. y evita extrictamente atraer hacia ti,por arbitrariedad algo de la esfera de las potencias superiores".
En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, todos pueden ver pero pocos pueden comprender lo que ven. Pocos ven lo que somos pero todos pueden ver lo que aparentamos.