Al final, el 99´9% de todas las terapias durante todos estos años, han derivado en un mismo punto: EL AMOR. Aunque aparentemente el motivo que le lleva a una persona a venir a mi consulta sea otro…
El amor a nuestra pareja o esa persona que nos gusta, principalmente, pero también el amor en todas sus vertientes: a la familia, a los amigos y ese amor tan olvidado y poco auto-indagado, el amor a uno mismo.
¿Qué tiene el amor que es tan importante y casi-imprescindible en la existencia de cada persona?
Están quienes aman con todo su ser y lo dan todo de sí mismos por alguien, están quienes sufren porque quieren a alguien que no les quiere, están los que han dejado de amar a quien amaban, están los que aman y deciden trabajar su relación para seguir amando, están los que creen amar pero en realidad están intentando no sentirse solos, están los que viven con ansias de amar y no encuentran a la persona adecuada, están los que se aman demasiado a sí mismos y no tienen más amor que dar, están los que creen estar preparados para amar y aunque en realidad no lo están, se embarcan en el viaje, están los que ya no creen en el amor… Y dentro de todas las posibilidades, están quienes comenzaron amándose a sí mismos de una manera auténtica y entonces, se abren a amar al otro de una manera sana, sin límites, condiciones ni exigencias, porque saben que ya ha llegado ese momento, el momento de abrirse a alguien…
Porque la primera pregunta a responder siempre debe ser “¿Quién soy?” y entonces, y sólo entonces, podremos dar paso a “¿Con quién elijo ser yo?” Son puntos independientes pero conectados entre sí.
Al igual que no podemos construir una casa por el tejado, no podemos comenzar una relación sin antes amarnos a nosotros mismos, pues entonces lo que el otro es (o creemos que es) se convertirá en una proyección de algo que necesitamos.
Las relaciones deben construirse desde la independencia, dos personas que siendo autónomas deciden crear una vida en común. Digamos que así existirían tres mundos: el mundo individual de A, el mundo individual de B y un mundo en común, el creado por A y B. Mundos que se interrelacionan pero que a su vez tienen sus propios espacios, los cuales deben mantenerse y cuidarse, pero siempre en igualdad de condiciones.
Ahora la pregunta que todos soléis hacerme: ¿Cómo tiene que ser ese mundo en común? (pregunta que deriva en… ¿Está bien que él salga con sus amigos? ¿Puedo yo irme con mis amigas de viaje? ¿Debo centrarme únicamente en ella? ¿Debemos hacer todos los planes juntos? ¿Podemos tener gustos diferentes? ¿tenemos que pensar igual? ¿Hacer cosas por separado no es una señal de que la relación va mal? ¿Es sano que él hable con su ex?…)
A lo que siempre respondo: el mundo en común será como la pareja CONSTRUYA. No hay nada inválido más que aquello que la pareja decida no aceptar, con el tiempo de relación se crea un contrato implícito en el que la pareja vive con unas normas y su propia moral de lo que es correcto y lo que no. Pero es fundamental señalar la parte de CONSTRUIR, pues callar para que el otro no se enfade, no es construir; no decir lo que quiero, no es construir; no hacer nada por el otro, no es construir; no ceder, no es construir; poner límites y condiciones sin escuchar motivos y razones, atendiendo únicamente a miedos propios, no es construir… Y esta es la parte complicada, la creación de ese mundo en común, donde las dos personas tienen los mismos derechos y el mismo valor para decir “esto lo quiero o esto no lo quiero”…
Por todo ello, cuanto te sientas preparado/a, CONSTRUYE una relación desde el principio, porque estando conectado primero contigo, y abriéndote después a conectarte con otro, es difícil que la relación no funcione… Pues es entonces cuando ese mundo en común, será un mundo sano y único, que hará de la relación una fortaleza, la cual es a su vez, reforzada por los dos mundos independientes. Siempre tres mundos, sino, difícilmente funcionará.