Hablar de rutina a menudo lleva una carga negativa, se asimila rutina a aburrimiento, falta de imaginación, monotonía, falta de pasión, momento de cambiar de pareja… Saber porqué se da la rutina y su importancia nos ayudará a integrar este aspecto de la sexualidad con normalidad y buscar soluciones cuando sea necesario.
Toda persona necesita unas rutinas que le permitan actuar de manera relajada, con liberación, de no tener que estar pensando ahora qué hacer, dónde, cuándo, cómo… no sólo en el sexo sino en todos los ámbitos de la vida.
Por lo tanto, que la rutina es aburrimiento es sólo cierto en parte. En el ámbito de la sexualidad es necesario y normal un cierto grado de rutina. Podemos tener rutina cuando dos personas se conocen, saben lo que gusta el uno del otro y esto no es un problema. Lo que convierte la rutina en un problema es el mantenimiento continuado y repetitivo de esta realidad. ¿Si cada uno sabe lo que al otro le gusta, porque innovar?
La monotonía se instala de forma muy similar a lo que pasaría con la comida: si yo sé que a mi pareja le gusta mucho la paella, haré paella. El problema es cuando llevamos mucho tiempo comiendo sólo paella. Por buena que sea, es la repetición lo que resulta pesada.
Pero tener que pensar y crear una receta nueva para cada día es estresante. No hace falta que sepamos y hacemos todos los trucos sexuales de todos los libros ni todas las posturas del kamasutra (si no eres gimnasta es imposible). Sería cuestión de encontrar un equilibrio entre los días que vamos a lo seguro y los días que se hacen experimentos, se innova.
Toda situación en algún momento de la pareja fue una innovación que después quedó fijada en el patrón pero con el tiempo, dentro de la pareja, dejamos de innovar ya que hemos probado 3 o 4 cosas y hacemos lo que nos convenció más a los dos y pasado un tiempo ya no nos atrevemos a proponer nuevas cosas… Pensamos que “si le propongo hacer cualquier actividad se pensará que no disfruto”; o bien “de dónde he sacado esa idea, es que no estoy contento/a de nuestra sexualidad?”… Todos estos pensamientos bloquean el crear, liberarse y cohíben las conversaciones sexuales.
La responsabilidad del placer debería ser compartida. Si uno siempre es el que propone, busca, innova, pregunta a la pareja cosas que le gustan acaba produciendo un desencanto, la sensación que tiene un trabajo que es el de tirar del otro en lugar de la diversión de compartir con el otro y estirar conjuntamente los dos en la sexualidad.
Compartir la sexualidad implica hablar, conocerse a uno mismo para poder explicar al otro lo que a uno le gusta, compartir inquietudes, miedos, inseguridades… y, sobre todo, hacerse cada uno responsable de intentar mejorar su propia sexualidad para que no recaiga en la espalda del otro.
No se tiene que innovar cada día ni cada vez el sexo debe de ser espectacular.Simplemente tiene que ser, de vez en cuando, variado o especial. Así los dos miembros pueden notar que uno está con el otro y siente emociones estando juntos, que no es sólo una costumbre.
Hablar sobre qué gusta, cuándo, cómo y qué gustaría variar o cambiar es un buen inicio para mejorar nuestra vida sexual en pareja. ¡Ánimos!
Marina Castro