Necesitamos aprender todo lo posible de los errores y no decidir optar por una actitud de frustración o vergüenza, tomándolos como indicadores, que nos encontramos en el camino a nuestros objetivos, y que nos ayudan a mejorar y a comprender en qué situación nos encontramos, así como a entender qué es lo que nos está frenando para seguir mejorando, y que es lo que hemos de aprender.
Precisamente el error no goza de buena fama en nuestra sociedad, ya que frecuentemente se penaliza el error y se premia el acierto, aunque en las equivocaciones hay una fuente inagotable de sabiduría y aprendizaje para conseguir avanzar.
El error produce terror, vergüenza y culpa lo que en muchas ocasiones se convierte en miedo a decidir y si no se decide, también pensamos, que no se fallará ni habrá frustración, por no conseguir lo que se desea, aunque todo este proceso lo que crea es parálisis, más de lo mismo, con las consecuencias de no hacer frente al entorno cambiante.
Mucha gente comete graves interpretaciones de sus fallos en la vida. La vida es una constante prueba y error, algo necesario para aprender, por tanto no hay que temer a equivocarse, aunque hay que aprender para no volver a incidir en lo mismo, sin lograr los resultados que se desean.
Con frecuencia se prefiere que otra persona escoja por nosotros, antes que tomar el riesgo de equivocarnos, debido al sentimiento de culpa e inseguridad que nos produce el error. Esta actitud nos limita y frena nuestro aprendizaje necesario para crecer como personas.
Se ha de analizar los errores, comprender su origen y solucionarlos, para aprender de ellos y no volver a incurrir en situaciones semejantes, ya que al reconocerlos se esta tomando el control de los actos, en lugar de poner excusas y echar las culpas a otros. Por tanto, cada error asumido por una persona le hace tomar consciencia, que mucho de lo bueno y de lo malo que le sucede depende de ella.
Las personas que no suelen reconocer sus errores y atribuyen la culpa de no lograr sus deseos a otros, no podrán aprender, pues piensan que las cosas dependen de otros y no de ellas mismas.
Se ha de perder el miedo a equivocarse, pues es algo que solo le sucede al que hace y una vez resuelto el error es difícil olvidarlo, puesto que se ha adquirido un aprendizaje que es necesario para crecer.
Conviene experimentar y en ese proceso, a través de lo que no funciona, se llega a descubrir lo que funciona, y aunque los errores producen sus incomodidades y sus costes, también marcan el camino a la sabiduría, por las pruebas a que nos van sometiendo y de las cuales, si las afrontamos, salimos aprendidos y fortalecidos.
El miedo al fracaso y a descubrir, que tal vez, las cosas pueden salir mal suele conducir a la resignación, a la omisión y al no hacer. Salvo que haya circunstancias muy fundadas, resulta más adecuado hacer algo, aunque exista la posibilidad de que no salga perfecto, que el quedarse parado, pues la vida requiere acción.
La diferencia entre las personas que aprenden de los errores y las que solo saben tropezar con ellos, está en el espíritu autocrítico y de la responsabilidad que se asuma.
En definitiva, que más que pararnos por el
miedo y la posible
frustración, hemos de saber que cada error es una lección de humildad que nos pone en nuestro sitio y nos enseña que hemos de prestar atención y aprender para mejorar para el futuro, aprendiendo y saliendo fortalecidos de cada tropiezo.
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Todas las personas cometen fallos, aunque solo las inteligentes aprenden de ellos.
Winston Churchill.
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Si cerráis la puerta a las equivocaciones, también la verdad se quedará fuera.
Rabindranath Tagore.
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Las equivocaciones son los portales del descubrimiento.
James Joyce.
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