l hablar enviamos al exterior la clase de energía disponible en nuestro interior. El argumento sale del intelecto, la palabra verdadera emerge del alma. Nuestra máxima atención es dirigir mensajes positivos porque son fuerza creativa y evitar los negativos porque debilita, destruye al receptor, a quien las genera. Al estar irritado es preferible no responder y es más seguro acudir a la observación con ojos y mente cerrados. Sabemos de la gran dificultad de arrancar: “No puedo cambiar mi forma de hablar!,” comentan muchos. En tal situación, practique las semillas anteriores y sólo observe su lenguaje.
Los niños y aun adolescentes, altamente emotivos, son muy sensibles a la palabra hiriente, sarcástica y dejan cicatrices, barreras profundas en sus relaciones. Padres y profesores al cultivar la palabra amorosa generan en hijos y estudiantes sentimientos duraderos, armónicos. Similar efecto hay entre esposos, amigos y en el trabajo.
Cálido término armoniza al irritable o angustiado. Si alguien pregunta en agresiva, hiriente forma, brinda oportunidad para ganar sutileza al devolver cariño y ternura. De nuevo, lo hacemos sin esperar resultados de gratitud.
Hablar al solitario viajero es acompañarlo, compartir su silencio, atenuar su posible dolor. En muchas ocasiones, nos sorprende recibir más de lo ofrecido y atentos debemos escuchar, aprender de quien consulta.
Elimine comentar situaciones personales de conocidos ni establecer comparaciones. Tampoco es adecuada la actitud dogmática de saber todas las respuestas: el principal actor es la situación de su semejante, con sabiduría, ternura, tratan de evadir peligrosa corriente y descansar en la orilla.
Uso excesivo, inapropiado del “yo,” “me,” “mío,” crean barreras innecesarias: “Mi obra,” es parcial verdad, porque muchos factores la hicieron posible y es genuino decir, “la obra.” Posesivo, “Mi amor por ti es grande,” excluye, mientras, “nuestro amor es grande,” es mutuo y compartido. No es cuestión de términos, es fruto de la intensidad del egocentrismo. De nuevo, observe su estilo de hablar y de alguna manera, anote en su diario, la intensidad del “yo/mi,” en su hablar, sienta la vibración producida y a modificar!
Destacamos sanador y conciliador diálogo, cuyo desarrollo en nosotros conviene cultivar y practicar. Abandone chisme, vulgar humor, crítica, superficial parloteo para dar paso a la estimulante anécdota, fino humor y mutua comprensión.