El panorama es frustrante: No cuentas con tiempo suficiente para terminar una tarea grande. ¿Te estresas o intentas avanzar en la pequeña fracción de tiempo que tienes disponible?
Con ese problema nos encontramos todos:
Tareas que requieren más tiempo del que tenemos. Y la manera menos desquiciante de abordarlas es centrarnos en lo que sí podemos avanzar, en lugar de agobiarnos por lo que no podemos hacer. ¿No te parece?
Ya sea por tener la agenda a rebosar o por circunstancias extraordinarias, a días vamos a vernos cortos de tiempo, muy limitados. Pero siempre podemos
elegir qué hacer (o no hacer) en esa pequeña porción de tiempo.
- No hay tiempo para organizar todos los chismes amontonados en el trastero. Aunque sí lo hay para ocuparse de lo que hay en una de las cajas.
- No hay tiempo para dejar la cocina reluciente. Sí lo hay para fregar los platos y sacar la basura.
- No hay tiempo para preparar una receta laboriosa. Sí lo hay para una más sencillita.
A fin de cuentas, eso es lo que todos hacemos, porque no hay más remedio.
La idea es
valorar ese pequeño avance, más que lamentar lo que no nos ha dado tiempo a terminar.
Primero, porque
es más motivador. La próxima vez avanzaremos un poco más y lo haremos con gusto, probablemente.
Segundo, porque
nos ahorramos un estrés innecesario. ¿Para qué pasarlo mal, si vamos a dejar hecho lo mismo que si nos lo tomamos con calma?
Tercero, porque
lo pequeño suma. Visto en un día parece una insignificancia. Pero, al cabo de un mes, diez minutos diarios invertidos se convierten en cinco horas.
Yo he comprobado lo anterior con la lectura. Para mí, tener tiempo para leer consistía en tomarme una hora larga por la tarde y perderme en el libro. Y, qué mal, raro era el día en el que sacaba ese tiempo. Así es que dejaba la lectura en los días difíciles y me daba a otros menesteres.
Poco a poco, dejé de ser tan exigente. Empecé a aprovechar las
pequeñas porciones de diez o veinte minutos. Y, cuando llevaba un tiempo, vaya si se notó.
Había semanas en las que avanzaba sólo cinco o diez páginas por día. La cosa es que, a ese ritmo tan lento, puedes leerte unos diez libros más por año (depende de los que elijas). Eso, para mí, está muy bien.
Conclusión personal: Cuando no hay tiempo suficiente, toca adaptarse al que uno tiene. Si no se puede hacer mucho, se hace un poco. Bueno es.
http://tusbuenosmomentos.com/2015/03/hacer-poco/