Uno de los elementos que forman parte de nuestra propia ABUNDANCIA es la capacidad que podamos tener de alegrarnos del bien del otro. Cuando envidiamos pensamos que el otro puede más que nosotros, o que tiene más posibilidades, pero sin ninguna duda es un inconformismo con lo que estamos haciendo nosotros:
No nos gusta lo que hacemos y no nos animamos a cambiarlo, no nos gusta donde estamos pero no nos animamos a cambiarlo.
Pero un buen día, nos despertamos y decimos: esto no puede ser así, todo está armado, los feriados están armados, el descanso está armado, los días de trabajo, debo desestructurarme.
Y ahí damos paso a una infinidad de sistemas y técnicas que nos llevan a salir de ese encierro y evaluar de verdad cual es la meta de nuestra vida y cual es el origen, la fuente de toda ABUNDANCIA.
Hoy, aquí y ahora, somos plenos, abundantes y prósperos y eso se vuelve aun más poderoso cuando nos alegramos de verdad por lo bien que le va al otro. Hoy es un buen día para ponerlo en práctica.
Busquemos a alguien y digámosle que nos alegramos por lo bien que se ve o por lo bien que le va. Busquemos a alguien cercano y valorémoslo por lo que ha logrado.
Cada ser humano necesita de ese afecto para poder sobrevivir y nosotros estamos dispuestos a reconocer en cada ser la abundancia de lo DIVINO.