Qué regusto más amargo queda cuando miras atrás y te preguntas lo que hubiera pasado de haber aprovechado la oportunidad que la vida te puso delante.
Te ahorraste el fracaso, desde luego, pero también te privaste de lo bueno que hubiera podido suceder. Eso es lo que sabe mal.
Lo anterior no sólo ocurre con grandes decisiones que pueden cambiarte la vida. También pasa con las pequeñas decisiones cotidianas: ¿
Estás dispuesto a arriesgarte?
¿Lo hago o no?
A diario surgen riesgos que puedes dejar pasar por miedo a que suceda lo que temes:
- No haces la llamada al chico o chica que te gusta, por miedo al rechazo.
- Dejas de jugar con un experto, para evitar el ridículo.
- Te privas de hacerte un corte de pelo, por si te queda mal.
- Te callas lo que piensas, por si el otro se lo toma a la tremenda.
Te quedas quieto y la duda te persigue durante el día o más allá: ¿
Y si lo hubiera hecho?
Sólo te queda ese interrogante. No hubo fracaso, ni ridículo, ni rechazo, ni pérdida. Sin embargo, la duda sabe peor que haber recibido un golpe que te noqueara el ego.
Peor, porque del golpe te recuperas. Del fracaso, aprendes.
El rechazo, lo superas. Sobrevives a la pérdida y al desengaño. Te haces más fuerte con esas experiencias y te sirven para hacerlo mejor en oportunidades parecidas o no tan parecidas. Incluso, te sirven para ayudar a otros a pasar por lo mismo.
Así es como aprendes y te haces valiente: atreviéndote, exponiéndote. Aunque te des el golpe y no consigas lo que quieres o lo acabes perdiendo.
Quieto logras muy poco
De la parálisis y la cobardía, ¿qué es lo que te queda? ¿Tu fantasía de lo que pudo haber sido y no fue? Sea lo que sea, queda muy poco. Lo más notorio, el sabor amargo de la oportunidad perdida.
Míralo. Hasta el día de hoy has recibido muchos golpes, por los riesgos que asumiste y acabaron de mala manera. A todos ellos sobreviviste.
También corriste con otros riesgos que trajeron dicha a tu vida. ¿Qué hubiera pasado si no te hubieras atrevido a correrlos? ¿Qué tendrías si te hubieras quedado quieto?
Lo hiciste muy bien en esas ocasiones, hasta en las que saliste escaldado. Porque no te quedaste con el regusto de la duda y porque, a buen seguro, te dejaron valiosas lecciones.
Sigue así. ¡Sigue atreviéndote!
http://tusbuenosmomentos.com/2015/03/sigue-atreviendote/