Cuando tenemos un problema o nos abruma una situación, la mayoría de nosotros solemos
desconectar para templar los ánimos. Ya más relajados, nos cuesta menos enfocarnos en las posibles soluciones.
Esto se ve clarísimo, por ejemplo, en los pequeños incidentes. Se te rompe la lavadora en el momento en el que más la necesitas y te tomas unos minutos para disolver el cabreo y pensar qué vas a hacer a continuación.
Con los pequeños problemas cuesta relativamente poco deshacerse del drama para poder pensar. Basta con respirar profundamente, tomar un poco de aire dando una vuelta a la manzana o gritar a pleno pulmón en una colina.
(Aquí van ideas para
mantener la calma en momentos estresantes.)
En definitiva,
si el problema es pequeño, lleva poco tiempo recuperar el equilibrio.
Pero, como nos recuerdan en
Dumb Little Man, conforme aumenta la dimensión del problema o el estrés que aporta una situación, también necesitamos más tiempo para calmarnos.
Problemas mayores requieren una desconexión más larga. Tiene sentido. Lo más difícil es darse cuenta de qué situación es así de complicada y concedernos un
tiempo adecuado para alejarnos y analizarla luego con la cabeza fría.
Si, por las circunstancias que sean, llevas varios meses soportando una presión tremenda, los pequeños momentos diarios de relax (como salir a tomar café) no bastan para eliminar la tensión acumulada. Necesitas un período más largo para desconectar, recargar baterías y decidir cómo quieres que evolucione el asunto.
Queda claro que, antes de precipitarse y dar golpes contra un muro, es necesario
tomarse un tiempo. ¿Cuánto? ¿Un mes, dos meses? Depende de ti, de tus necesidades y de lo “grande” que sea la situación.
http://tusbuenosmomentos.com/2014/02/tiempo-calmarte-pensar/