Las cosas no son fáciles. Tampoco son difíciles. Son, simplemente. Lo que les aporta el grado de complicación o simpleza es tu propia percepción, experiencia, conocimientos. Si percibes algo como “fácil”, será porque ya has atravesado una situación similar o porque consideras contar con las herramientas y los conocimientos necesarios para resolverlo. Enfrentar constantemente cuestiones fáciles termina siendo, sin embargo, aburrido y desmotivante. Son las cosas difíciles las que le dan sabor y sentido a la vida, porque te desafían. A aprender, a experimentar algo nuevo y desconocido, a salir fortalecido del intento. Si estás parado ante algo de eso que sientes “difícil”, ante todo aleja el miedo. Ese que es útil para hacerte sentir que debes estar alerta es bueno, pero una vez que haya cumplido su cometido sácalo de tu vida antes de que se convierta en ese otro tipo de miedo, el que paraliza. Ya sea que se trate de un tema difícil en la escuela o en la universidad, en tu trabajo o en una relación, con amigos o con tu pareja, con tu jefe, tu hermano, tu hijo o tu papá, siempre se trata de lo mismo: Aprendizaje. Aprender lo que la vida está intentando enseñarte. Apréndelo solo o con ayuda, pero apréndelo. Es eso lo que te llevará a una nueva sensación de facilidad, dejándote listo para volver a empezar el ciclo una vez más. De eso se trata, de abandonar tu zona de confort en busca de ese nuevo escalón en la escalera de la vida; y de ti depende que no sea desesperante, sino fascinante y divertido.
Gabriel Sandler