Algunos tienen la bendición de nacer con su don a flor de piel. Ellos no tienen dudas. Su don es tan evidente y los apasiona tanto que no pueden hacer otra cosa que ser fieles a él. Otros, se pasan la vida sin haberse enterado cuál era. Un tercer grupo, quizás el más numeroso lo sabe o al menos lo intuye, pero lo ignora. Un mar de excusas los separa de ese milagro que tienen al alcance de la mano. Es una verdadera pena. Porque tu don te conecta con tu misión, con el sentido profundo del por qué estás aquí. Tu verdadero propósito late al compás de ese don que está esperando ser respetado, perseguido, profundizado, elevado y concretado. La felicidad que tanto buscas estás allí, justo debajo del don que aguarda ser descubierto, reconocido y puesto de manifiesto. Si no lo conoces, ábrete a él con todos tus sentidos y allí estará, presente como siempre lo ha estado, mirándote desde lo más profundo de ti. Si lo conoces deja de hacerte el distraído y abandona las excusas. Si ya lo estás cultivando, valóralo porque eres un privilegiado, y sigue disfrutando a pleno la felicidad de tu existencia
Gabriel Sandler