Aunque la idea de que la muerte no es sino un cambio de actividades de este mundo a mundos menos materiales, ha sido aceptada por la mayoría de los estudiantes que razonan profundamente. La Enseñanza de la Sabiduría Occidental explica el modo de actuar de la ley natural concerniente a la duración de la vida terrestre y al colapso del cuerpo físico.
El hombre construye el arquetipo de su cuerpo físico en el mundo celeste. Este arquetipo es, por supuesto, construido según sus capacidades desarrolladas en otras vidas. Algunas veces, una vida puede durar más de lo normal si los Seres Compasivos ven que puede ser de servicio especial para la humanidad, pero generalmente hablando, el arquetipo sólo dura hasta que se ha gastado la vibración que se le da al nacimiento.
Cuando la vida termina, el ascenso del espíritu es obstaculizado por la materia de deseos, que se adhiere a él después de que se ha roto el cordón plateado. Él trata de librarse de esta materia por medio de la fuerza centrífuga, siguiendo la misma ley natural mediante la cual un planeta echa fuera la parte de sí mismo que está más cristalizada. Así es que la materia más grosera del cuerpo de deseos es expelida primero... Es eliminada por medio de la fuerza centrífuga purgante, que arranca lo malo y permite al espíritu ascender a las regiones superiores que constituyen el mundo celestial. En relación con esto, la enseñanza más importante se da en cuanto a la necesidad de grabar adecuadamente el panorama de la vida pasada en el cuerpo de deseos, para que el ego pueda ver sus éxitos y sus fracasos; dónde fue fuerte, y dónde fue débil; para que pueda ver el propósito del dolor y el sendero que conduce a su eliminación.
Como resultado del sufrimiento en el purgatorio aprendemos que no debemos actuar mal contra nadie; que el pensamiento también causa armonía o desarmonía; que no debemos dejarnos llevar por los deseos, pasiones y vicios que nos dominan porque al no poder satisfacerlos en el purgatorio sufriremos más; que la mejor solución es fortalecer la voluntad para poder controlar la mente y utilizarla para hacer el bien y no para criticar ni dejarla que ande de un sitio para otro pensando en lo que la apetece; en fin, para ser libres y dirigir nuestro destino.
Cada generación, conforme asciende al mundo celeste, entona un canto de sus éxitos sobre la tierra. Así es que cada cual canta una cadencia diferente en la armonía de nuestra esfera, y así como las esporas sobre una placa de vidrio se acomodan de diferente manera cuando tonos diferentes las ponen en vibración, así también estas variaciones en la antífona del mundo son las causas que hacen cambiar el clima, la flora y la fauna sobre la tierra. Si fuimos diligentes durante nuestra pasada vida terrestre, cuando llegamos al mundo celeste trabajamos para crear una tierra de abundancia, y he aquí que la encontramos aguardándonos a nuestro retorno. Si descuidamos la tierra y perdimos el tiempo en especulación metafísica, nuestro canto en el mundo celeste fue muy diferente, y cuando retornamos a la tierra, nos encontramos en una tierra de hambre, inundaciones y desolación. Todas las cosas del cielo y de la tierra están gobernadas por medio de la inmutable Ley de Consecuencia, que mantiene el equilibrio del mundo.
Por consiguiente, si nos esforzamos por llevar una vida afectiva, servicial y de colaboración para la construcción del equilibrio y la armonía en el planeta, y si miramos por la salud de nuestro cuerpo físico, no sólo alargaremos la vida del arquetipo en el mundo celestial, sino que además, el fruto que recogeremos en el purgatorio y en el cielo nos capacitarán para construir una vida futura mucho más elevada en todos los sentidos.
Francisco Nieto