Cuando el vínculo de una pareja se extiende en el tiempo, mantener la pasión después de años de convivencia es una ardua tarea.
Muchas parejas caen en la monotonía. Son absorbidas por la rutina y se “acomodan” a lo que les funciona más o menos bien; dejando incluso de preocuparse por sus propias apetencias sexuales.
Y es que el sexo en una pareja es imprescindible. Sin él no hay “pareja”, habrá amistad o tal vez compañerismo.
No obstante, el matrimonio, y me refiero a matrimonio como la situación de dos personas que cohabitan, no es un factor que afecte en forma negativa al deseo, pero sí lo es la convivencia.
El deseo tiene sus tiempos. Aquel, el de la primera etapa, el del “enamoramiento”, en el que la fuerza de la pasión mantiene por sí sola la relación, sin más esfuerzo. Es la fase en la que lo único que interesa es compartir momentos íntimos, sin importar el tiempo ni el lugar.
Sin embargo esta fuerza de los comienzos se va apaciguando y da paso a un deseo más calmo, pero no por eso menos intenso.
Pero cuando la rutina y las responsabilidades ocupan gran parte de nuestro día, a veces se hace difícil encontrar un espacio para la intimidad. Esta dificultad se hace mayor si se tiene hijos. Entonces la pareja diluye el vínculo del amor en sentimientos familiares. Así el rol sexual se pierde bajo la figura de “ser padres”. En el contexto del trabajo, hijos y preocupaciones, pareciera que el sexo no tiene cabida, queda excluido.
La monotonía, la rutina y la falta de proyectos compartidos se convierten así en los mayores inhibidores del deseo. Cuando dejamos de hacer cosas juntos, no importa cuáles sean, si no tenemos planes en común, o dejamos de contarnos lo que nos pasa, de comunicarnos abiertamente con quien nos importa, estamos relegando también el deseo sexual.
Si el deseo sexual queda bajo el pesado manto de lo cotidiano, no debieran correr igual suerte las caricias, los besos o la ternura. La falta de estos ingredientes hace más difícil entregarse y disfrutar del sexo.
La sorpresa, la novedad y el erotismo son los mejores aliados en una relación de pareja. Es la pareja la que se va dejando estar, la que comienza a prescindir de los condimentos que alimentan los encuentros sexuales, la que permite que la convivencia asfixie la pasión. Depende de nosotros. Puedes desafiar ese destino que parece obligado y disfrutar una vida en pareja sexualmente plena, con todos los momentos de alto voltaje que desees, durante muchísimos años.
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