El hombre andaba caminando por la luna, y se sentía triste porque noencontraba lo que no sabía que andaba buscando. Ya pensaba renunciar a su deambular ilusorio, cuando de pronto vio algo que lo dejó clavado en el lugar. Sentada sobre el borde de un cráter pequeño había un ser de luz. (así lo definió él por el aura que emanaba) La mujer estaba deshojando una margarita. Pero no era como la flor que el hombre conocía. Los pétalos eran de cristal violeta, transparentes y volátiles. Cada uno que ella arrancaba, lo arrojaba con suavidad, y el pétalo salía volando, como con vida propia, cual mariposa que al moverse la luz explotaba en mil matices del mismo color.Al ver al hombre ella sonrió, dejó la flor a un costado, e instantáneamente estuvo a su lado. Le acarició la mejilla, y en él el sobresalto se mezcló con algo de miedo.
—Hace muchos siglos que te espero. –dijo ella sin hablar.
—¿Sos un sueño? –preguntó el hombre, y dentro de su cabeza escuchó:
—Soy tu metáfora...
¡Tanto andar para encontrar esto! –pensó el hombre, y se arriesgó a preguntar.
—¿Qué es una metáfora? —No es nada. –escuchó que le contestaba— Y es todo. Aquello que dice lo que no dice, no es nada y es todo...El hombre no entendía de metáforas, pero algo en el fondo le dijo que ya iba a comprender.
—Podés acariciarme vos también. –invitó ella. Le tomó la mano y la acercó a sus pechos. El sintió una leve electricidad, y a la vez la tibieza y la tersura algodonosa del pecho.
Entonces se vio rodeado de luz como ella.
—Es bonito, no es cierto?—¿Qué cosa...? –preguntó él.
—Estar rodeado de luz.—Pero no entiendo qué es lo que ocurre. .—protestó el hombre, y por un lado sintió algo de temor, y por el otro lo que definió al instante como felicidad.
—No hay que entenderlo.— contestó ella. Hay que vivirlo y quedarse con lo mejor...
—¿Con lo mejor de qué?—¡Cuántas preguntas inútiles! Lo mejor es lo mejor en sí mismo. Todos lo saben, pero se lo ocultan.
—¿Todos quiénes...?—
Ese saber está en cada uno, aunque se lo niegan porque están llenos de cuestionamientos. Pero no estoy aquí para filosofar contigo. Nos encontramos para hacer el amor... Y si te digo hacerlo, es crearlo, darle una forma particular a nuestra medida, fantasearlo con colores que aún no conoces...
Suavemente ella lo abrazó, y los miedos del hombre desaparecieron.
Y se esfumaron “todos” los miedos que el ser humano esconde.
Ella le enseñó un amor nuevo. El amor cósmico que conectó a sus seres con el átomo, con la partícula más pequeña de la que todavía no se tiene conocimiento, con la explosión primaria, con la nada, con el todo.
Y le enseñó la unión del instinto con el raciocinio que dio a luz al equilibrio, que a su vez dio a luz a la sencillez.
Y le mostró que el amor es sencillo, desnudo, sin adornos; el amor es lo no deseado y lo no pensado, es lo intangible y lo concreto. El amor es el ya, que es el eterno.
Entonces sus cuerpos se fundieron y formaron una estrella.
Carlos Vico