(La magia de la flor de la Acacia o Mimosa)
En el invierno, cada año, sin fecha fija, sin pedir permiso, sin avisar, florecen las Acacias.
Su flor, que muchos conocemos como “mimosa” se utiliza desde tiempos remotos en Galicia para cuestiones de amistad y de amor, pero sobre todo para elaborar pócimas con las que proteger las casas y los lugares cuando se quedan solos.
Como muchas de las costumbres gallegas esta receta tiene su origen en el mundo rural donde era necesario proteger las casas y sobre todo los graneros y los establos de los animales de la maldad de algunas personas, ya que de ellos dependía la supervivencia.
En la actualidad la pócima de mimosa se aplica con muy buenos resultados en los negocios y puestos de trabajo.
La manera de elaboración de la pócima de manera tradicional es muy sencilla:
En la primer dia de Luna menguante después de la floración se recogen hojas y flores de acacia y se dejan macerando durante veintiocho días, en aceite de oliva al que se le añade unas pizcas de perejil y un poco de sal.
Esos veintiocho días son el transcurso de las cuatro lunaciones
Pasado ese tiempo se cuela con un pañuelo blanco, se guarda en un frasco opaco de manera que lo podamos usarla durante todo el año cuando seas necesario.
Los campesinos gallegos se colocaban en el umbral de la puerta de los cobertizos o de las casas y antes de salir mojaban la punta de un cuchillo -que ya dejaban para ese uso junto a la botella- en el líquido y hacían dos rayas paralelas en el suelo, de lado a lado del umbral, como si marcaran un cierre.
Se dice que nadie puede, salvo las gentes de bien, traspasar ninguna puerta o apertura al exterior que se ha cerrado con la pócima de la acacia.
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