Se dice, y es verdad que precisamente antes de nuestro nacimiento un ángel apoya un dedo sobre nuestros labios y dice:
“Calla, no digas lo que sabes”. Por eso nacemos con una hendidura en el labio superior, sin recordar nada del sitio de donde venimos.
Roderick Mal Leich
Cuando un espíritu entra en un cuarto uno experimenta un escalofrío, como si se hubiese dejado una puerta abierta, y cuando el espíritu nos toca sentimos un frío polar. Todas estas son características de los fantasmas. Pero los ángeles son diferentes, nadie que haya visto un ángel lo confunde con un fantasma.
Los ángeles son notablemente cálidos y quienes los han visto se refieren a ellos con reverencia y describen su luz iridiscente y brillante, de colores intensos o su cegadora blancura. Pueden presentarse como un pensamiento que asalta a nuestra mente, como una sensación o como voces sin cuerpo.
También como visiones, sueños o adoptando la forma de animales, luces en el agua, y también personas que jamás volveremos a encontrar.
La persona que los ve se llena de alegría y felicidad, ya que nos transmiten un mensaje de no temer, de ayuda o de esperanza. Son mensajeros de la divinidad y emanan serenidad y las personas que han recibido su visita han tenido la sensación de haber sido rozadas por alas silenciosas. La persona que se encuentra con un ángel nunca vuelve a ser la que era antes de ese encuentro.
Los ángeles suelen aparecer con más frecuencia a los niños, santos e inocentes, que tal vez tengan una percepción más clara que la nuestra.
Fuente: Revista Ciencias, Cultos y Religiones Año l – No.1