Son muchas las religiones y corrientes esotéricas que convergen en una idea común: Libre Albedrío y Responsabilidad. Todas terminan por determinar que el ser humano, en general, es poseedor de lo que conocemos por Libre Albedrío; pero que, por otro lado, también carga con la responsabilidad.
Lo que en un principio pudiera parecer contradictorio, pronto veremos que es en verdad la esencia más profunda e importante de nuestra libertad. Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, la responsabilidad no nos ata ni nos acecha; sino que nos brinda el fruto de nuestro trabajo y, con ello, nos otorga la libertad completa. No podríamos ser libres sin responsabilidad.
¿Por qué es tan importante la responsabilidad? Imaginemos que nosotros fuéramos libres para hacer aquello que deseáramos en cualquier momento; pero que, no obstante, aquello no supusiera ningún cambio en nuestras vidas. Sin la responsabilidad, sin un efecto derivado de una causa, nos hallaríamos sometidos a un destino inalterable al que seguiríamos sin remisión.
La responsabilidad, entonces, es la que precisamente nos dota de libertad. Nuestros actos van a tener unas consecuencias y gracias a eso seremos capaces de modificar nuestro futuro y nuestro destino. Cada vez que elegimos hacer una cosa, en lugar de otra, en un momento determinado, estamos cambiando nuestro futuro; abrimos en ese instante las puertas a un futuro con unas posibilidades determinadas a la par que damos la espalda a otros posibles futuros.
El ser humanos raramente es consciente de la importancia de sus decisiones, creyendo que el destino que le ha de sobrevenir es solamente fruto de sus elecciones en algunos campos que él considera de especial relevancia. Por ejemplo, creemos que nos puede cambiar el futuro el hecho de cambiar de trabajo; pero no el irnos un día de excursión. Puede afectarnos el iniciar una relación, pero no el tomar dejar de tomar el metro para coger el autobús.
Sin embargo, aunque no nos demos cuenta de esas pequeñas decisiones, todas ellas juegan un papel importante en nuestras vidas. Aunque la probabilidad de que cambien el futuro a largo plazo pueda ser, o mejor parecer, baja en comparación con otras decisiones; en realidad si existe una posibilidad. Además del hecho de influir en nuestro futuro más inmediato.
Por ejemplo, nosotros acostumbramos a tomar cada día el autobús para llevar a nuestros hijos a la escuela. Pero un día hay problemas con la línea y nos vemos obligados a tomar el metro. Casualmente encontramos a un hombre tocando un instrumento, y uno de nuestros hijos se queda extasiado mirándolo. Al cabo de unos días el niño va a pedirnos un instrumento y, aunque dependa de nosotros dárselo o no, en ese momento vamos tener ante nosotros la elección de un futuro realmente importante. ¿En qué sentido? Si decidimos dárselo, no solo va a influir en su desarrollo ; sino también en nuestra vida diaria ya que iniciará un ciclo rutinario que nosotros vamos a percibir; desde sus prácticas en casa, hasta el tener que llevarlo a la escuela de música y a los conciertos. Va a influir, por supuesto, en su misma vida; ambas cosas no habrían sucedido de negárselo, en cuyo caso el futuro sería muy distinto y se abriría otro abanico de posibilidades.
Sea como sea, la raíz última del cambio se halla en un hecho tan simple como el de variar nuestra rutina. Pero también nos hubiera podido suceder cumpliéndola. Cada día, en nuestro camino habitual, nos cruzamos con distintas personas y situaciones que nos hacen reflexionar de un modo u otro. Eso puede influir en nuestras conversaciones futuras, en nuestras opiniones, etc. y cambiar en mayor o menor grado nuestro futuro.
Cosas tan simples como tomar un postre en lugar de otro, pueden hacer que en un futuro podamos hablar de una cosa u otra en una conversación, sentirnos más o menos integrados al surgir la misma, y toda una serie de reacciones relacionadas.
No hay, entonces, momento en el que no estemos decidiendo, de forma consciente o inconsciente, nuestro presente y así nuestro futuro. Por ello es importante ser conscientes de la responsabilidad de nuestros actos, porque en última instancia nosotros somos los únicos responsables de lo que nos sucede. Nosotros hemos tomado las decisiones que nos han llevado al éxito o al fracaso.
Seamos entonces responsables y asumamos que la libertad que poseemos radica precisamente en el asumir que nosotros tenemos en nuestras manos nuestro presente y futuro gracias a la responsabilidad.
También en lo alto somos responsables de lo que hacemos. Todos nuestros actos, y las razones que los motivan, son registrados y al final va a ser el camino que hayamos elegido y la virtud de nuestras elecciones y motivos lo que nos lleve arriba o abajo. En nuestras manos está lo uno y lo otro.
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