De sobra son conocidas por todos el gran número de historias que circulan en torno a la comida que sirven en determinados lugares.
Sin embargo no siempre tenemos que relacionar este tipo de relatos con una cadena de comida rápida por ejemplo. Y es que la policía de un pequeño barrio, cuyo nombre no se puede revelar, no daba crédito a lo que estaba viendo en las grabaciones de las cámaras de seguridad del local.
En aquel gran y bien decorado restaurante entró un grupo de personas muy bien vestidas, las cuales fueron acompañadas por el encargado a una zona reservada del local.
Allí tras una breve charlar aunque no se pudo saber qué decían ya que estas cámaras carecen de sonido, el camarero desapareció.
En la grabación del interior de la cocina, se ve cómo el mismo camarero que había atendido a los trajeados señores, discute con uno de los cocineros. Como si el empleado no quisiera llevar a cabo que su superior le había dado. Resignado, al menos en apariencia el camarero entró en una pequeña habitación en la que no había ningún dispositivo de grabación.
Tras varios minutos sin acción aparente el personaje de la habitación oscura salió como alma que lleva el demonio con un cuchillo muy afilado. Al clavárselo por la espalda al cocinero, este cayó desplomado muriendo en el instante…
A continuación y con evidentes prisas, el portador del arma no dudó en coger el cuerpo y subirlo sobre la mesa de la cocina. Allí, en poco más de treinta minutos troceó el cadáver y lo cocinó.
Ante la estupefacción de los agentes, estos trozos del recién fallecido fueron servidos y degustados, por los hombres del reservado.
Al final de la comida se levantaron, y antes de abandonar el local se pudo leer en los labios de uno. “Ojalá todo el mundo pudiera degustar la carne humana que usted sirve aquí”.
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