A pesar de que hoy en día quien posee un trabajo debe considerarse muy afortunado, hay empleos en los que muchas veces es mejor pensarse dos veces si aceptar o no y es que se pueden vivir situaciones muy desagradables.
Cuentan que a un joven que necesitaba un trabajo con urgencia para poder costearse los estudios, aceptó trabajar en el turno de noche de una autopista de peaje. Su labor parecía sencilla.
Levantar la valla cuando el conductor hubiera abonado el importe. Por eso cuando vio un coche acercarse bien entrada la madrugada pensó que ya iba siendo hora ya que estaba comenzando a quedarse dormido. Sin embargo su cara se tornó en algo resignada cuando vio que las personas que iban dentro del vehículo eran cuatro jóvenes completamente borrachos.
Tras discutir las tarifas del peaje, el conductor con los ojos inyectados en sangre y aprovechando un descuido de nuestro protagonista, ató con un extremo de una cuerda su muñeca y piso el acelerador de inmediato. La expresión del operario era de terror absoluto. Casi de pavor cuando veía que el otro extremo de la cuerda permanecía en el coche, el cual se alejaba a gran velocidad.
En esos momentos, dentro de la garita no se le ocurrió mejor cosa que mirar con parsimonia el vehículo como esperando el momento fatídico. Ese momento en el que debido a la gran velocidad que llevaba su mano, o quizá su brazo se despegasen de su cuerpo para siempre.
Pero la cara se le terminó de desencajar cuando vio que el otro extremo de la cuerda salía por la ventanilla del carro. Los jóvenes se detuvieron. Se apearon del mismo y con unas carcajadas escandalosas se burlaron del trabajador.
Lo peor ya había pasado. Aquella noche había salvado la mano y seguramente la vida pero, ¿volvería a aceptar el turno de noche?
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