Aquí llega Metis, miradla. Presta viene a Delfos, mi guarida, para dar oráculo a Deucalión y a Pirra; se lo ha pedido su amado Zeus, su esposo.
Ay pobre, con qué diligencia obedece. La misma con la que rápidamente actuó para salvar a sus olímpicos primos de la plena tripa de Cronos.
Desdichada. Ella, encargada de los vaticinios y diosa de la sabiduría, desciende para aconsejar a los humanos, para dejarles intuir un poquito de su futuro.
Malhadada. La que debería ver lo suyo y no puede, deja verlo a los demás. Tal vez sea mejor así, tal vez si no yo conociera mi destino podría vivir en paz. Tal vez
Lleva un fruto de su esposo en el vientre. La mayor dicha, en estos momentos, se habrá de convertir en la peor de las pesadillas en el Olimpo que por unos instantes ha abandonado: la Tierra y el Cielo están inmiscuyéndose en sus tareas; los “sabelotodo” que, en vez de cuidar a sus hijos como correspondería -y doy fe de ello, ya que en mi cuerpo de reptil sufriré esta desidia-, se están dedicando a susurrar en los oídos de Zeus funestos vaticinios.
Cien veces malditos seáis, hijos de un huevo; ¡que vuestros cuerpos sean en cien mil ocasiones hollados!
Allá arriba las creaciones de la oscura noche están comunicando a su Gobernante -mientras mis ojos contemplan apenados a Metis aquí abajo-, le están avanzando, que su esposa tendrá una hija antes que un hijo, y que será este último el causante de su destronamiento, a la manera que el propio Zeus hizo con su progenitor, de la forma que igualmente Crono hizo con el suyo.
Observo ahora cómo el Tonante Dios, preocupado, espera el regreso de su ingrávida mujer con gesto impaciente. ¿Qué hacer?, se pregunta, ¿cómo escapar a su destino, a su destronamiento? Pero calla sus cavilaciones, pues está retornando la Prudencia, ¡infeliz! Con alegre gesto acude, con la confianza del buen trabajo desarrollado; espera la sonrisa de su amado, una caricia que ilumine su esperanza; todo lo que Zeus le pidió está hecho; lo sé bien, yo, custodio del oráculo. Además, de sus entrañas le dará una heredera, y esto le produce un natural gozo. Pero, ¡ay con la heredera!, pues lo que no sabe es que su hija podría ser la antecedente de un sustituto no sólo deicida, sino parricida.
Ignorante y dulce Metis: te acercas a un destino que ni tú, con tu sabiduría, eres capaz de evitar. Allí regresas, presta, mientras Zeus lleva consigo tu perdición en forma de voraz boca. Y, cuando saludas alegre, ay Oceánide, ni siquiera te das cuenta de como el amontonador de nubes te recibe entre sus fauces. Tu amor impide que te percates de como tu esposo te devora de un único y potente trago.
Sin embargo auguro que tu concepción, Metis, seguirá desarrollándose fuerte en la testa del Divino Padre, y se tomará cumplida venganza. La cabeza de Zeus se poblará entonces de fuertes miembros en expansión y -ya si no por escrúpulos y remordimientos, sino por el hecho de tener un engendro en su interior- las cefaleas se apoderarán del cuerpo del Olímpico. Los dolores serán tan fuertes como los que mereces, ah inmisericorde.
En buena hora para Zeus -lo preveo- acudirá allí el encorvado, el maldito cojo, que se inmiscuirá en las tareas propias de las matronas consagradas -en ese futuro que tan claro se me está mostrando- a Hera; el advenedizo, que, en vez de forjar sus instrumentos, se dedicará a susurrar en los oídos de Zeus funestos planes de parto. Cien veces maldito seas -tú, Hefesto, que aún no has nacido pero que te presiento-, hacedor de metales, inventor de calamidades; ¡ojalá que en tus amores conozcas la más insidiosa de las burlas! El lisiado iluminará a su padre, le convencerá: con su innata habilidad con los objetos forjados le dará un fuerte hachazo en su cabeza de tal manera que, una vez abierta, podrá salir de su cobijo la insidiosa causa de los dolores.
Y así, con esta sangrienta cesárea provocada por la doble labrys(1), saldrá a la luz una mujer, una diosa, completamente vestida y viva imagen de su madre, ya que correrá por su rostro toda la sabiduría de la infortunada Metis.
Ahora bien: toda la dulzura y amor que Metis destilaba, en su hija desaparecerá, pues emergerá enfundada en un casco que, no sólo protegerá su cabeza, sino que acorazará su corazón; y, armada con larga lanza, portará a su vez un duro escudo que le habrá de ayudar en el futuro a ganarse su epíteto de parthenos, la siempre virgen, la doncella.
En este instante Zeus se conmoverá, mirará a su hija y le pondrá certero nombre: a theo noa(2), los pensamientos de Zeus, la mente del Dios: Atenea.
Y ya será su predilecta hija.
(1).- labrys: el hacha típica cretense, de doble hoja, con la misa etimología que el Laberinto ubicado en la misma isla.
(2).- a theo noa: significado y etimología en la Grecia Clásica (Platón, Crátilo 407b). No obstante en las tablillas micénicas está ya atestiguada como A-ta-na-po-ti-ni-ja, “señora Atenea” y en el mismo lineal-B minoico como A-ta-no-dju-wa-ja, lo cual indica un estado previo que quizá entronque con el termino luvita astanus, “sol”, y la forma minoica Diwia, atestiguada como diosa http://www.larevelacion.com/Mitologia/metis.html