La vida es un camino marcado por aciertos y errores. Los fracasos pueden ser una buena oportunidad de aprendizaje siempre y cuando, una persona reflexiona sobre sus propias vivencias, echa la vista al pasado, hace autocrítica.
Existen personas que aseguran que no se arrepienten de nada que hacen, algo que muestra una baja inteligencia emocional porque lo humano es cambiar de opinión y pensar en términos de autoayuda.
Lo que no quieres volver a hacer
Aristóteles explica que la experiencia práctica es muy importante para el ser humano. Por ello, un fracaso te da la oportunidad de darte cuenta qué fue aquello que no hiciste de forma correcta para no volver a repetir el mismo error en el futuro.
Lo que sí hiciste bien
En raras ocasiones, los fracasos son un error absoluto. Es decir, siempre existe la posibilidad de rescatar la parte positiva y sacar el lado bueno. Puede que te cueste esfuerzo pero si pones atención en el lado bueno de la balanza, lo lograrás. Por tanto, quédate con el lado triste de un error pero también, con el lado menos duro.
Hay otros caminos
Con frecuencia nos empeñamos en vivir un camino que puede que no nos corresponda. Sin embargo, el dolor del fracaso nos enseña que hay más opciones, otras vías y otras alternativas que podemos tomar para llegar a un punto determinado. Un fracaso puede hacernos tomar conciencia de que ya no podemos seguir por un camino concreto.
Aprender de tu experiencia
Los padres quieren proteger a sus hijos y les dan mil consejos. Sin embargo, todos necesitamos aprender a partir de nuestra propia experiencia que es la que de verdad nos hace tomar conciencia de cómo queremos o no vivir.
Inteligencia emocional
Un fracaso te ofrece una gran inteligencia emocional al darte la oportunidad de ser más humilde, menos vanidoso y también, al asumir que no eres perfecto. Los errores te hacen ser valiente y te ayudan a superar los miedos.
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