A pesar de que la libertad es nuestro derecho y puede estar en nuestras manos, muchas veces las personas tienden a aprisionarse con sus propios pensamientos y sentimientos. Sienten obstáculos internos que por más intenten hacer cambios en el entorno, no logran alcanzar la satisfacción y se encuentran encerrados en frases como “yo podría ser feliz si tan sólo…”
Muchas veces estos impedimentos están perfectamente localizados, y a pesar de eso, se siente una inmensa dificultad de superarlos. Los más comunes son:
- Miedos
- Eventos traumáticos no superados
- Autoconcepto devaluado
- Preocupaciones constantes
- Obsesiones y/o compulsiones
Los anteriores suelen ser factores que incapacitan a la persona a alcanzar el bienestar, y las consecuencias pueden ser múltiples:
- Evitación de eventos sociales
- Dificultades con las relaciones afectivas
- Incapacidad para lograr metas
- Estrés
- Vergüenza
En resumen, lo que ocasiona es que no nos permite ser libres y la libertad es ese ingrediente indispensable para la felicidad.
Algo que también es recurrente y hasta casi escalofriante, es cuando la persona ni siquiera puede identificar de dónde proviene esa incapacidad para sentirse libre y feliz. Muchas veces pueden llegar a sentir que todo está en un orden aparente, familia, economía, trabajo, estudios, pero aun así algo no les deja sonreír ni disfrutar.
En ambos casos, lo mejor es hacer un alto cuanto antes; la vida se pasa muy rápido para estar presos en uno mismo. Hacer un alto y buscar solución. La pregunta es ¿cómo?
- Fortaleciendo mi autoestima: entiendo que soy valioso por lo que soy y no por lo que los demás esperan de mí.
- Enfrentando mis miedos: analizo por qué tengo esos miedos, cuáles son las consecuencias reales de los mismos, qué me estoy perdiendo al tenerlo.
- Suelto el pasado: me perdono a mí y los demás, aprendo de situaciones difíciles y errores, me concentro en el hoy.
- Si tengo pendientes: los llevo a cabo
Y si algo me impide lo anterior, busco ayuda de un profesional.
Lic. Florencia Bevilacqua