Una pareja puede estar atravesando una crisis por distintos motivos, debido a problemas laborales o económicos, por vínculos familiares que interfieren en la relación, por exceso de trabajo, por agotamiento y cansancio, etc.
Estas crisis se traducen en malos tratos, indiferencia, peleas, malhumor, ausencias injustificadas o violencia.
Las crisis de parejas no tienen un solo responsable ya que en todo problema de relación ambos han contribuido con sus conductas y con sus reacciones al deterioro del vínculo.
Los problemas laborales producen estrés, de manera que una persona que esté atravesando una situación difícil de trabajo puede volverse taciturna, ansiosa, encerrarse en sí misma o hablar sin parar de sus dificultades hasta agotar a quien la escucha.
No es fácil convivir con caras largas a nuestro alrededor sin saber qué es lo que les pasa y tampoco es fácil sostener a alguien en una situación de crisis.
Podemos ayudar a otro hasta un cierto límite, después de superado ese límite lo mejor es darle espacio y seguir con la propia vida dándole la oportunidad de resolver solo su problema sin contaminar la relación de pareja.
No podemos hacernos responsables por todo lo que le pasa a nuestra pareja ni pretender ser su tabla de salvación, ya que a veces la mejor ayuda es saber mantenerse a distancia y dejar que resuelva su problema sola.
Compartir los problemas es importante en toda relación pero no es conveniente involucrarse demasiado con el conflicto personal que tiene el otro.
Cuando una situación se torna insostenible es necesario hablar sobre cómo está afectando a la pareja el conflicto y principalmente decir cómo se siente cada uno.
Se puede hacer mucho por la relación teniendo una actitud de contención, escuchando al otro y tratando de comprenderlo, ofreciéndole por ejemplo, una nueva distribución de las tareas en el hogar para ayudarlo a que pueda encontrar la forma de sobrellevar su momento de crisis con más libertad y lograr al mismo tiempo mantener el propio equilibrio.
A veces, en situaciones de estrés no es fácil el diálogo porque puede haber temor por las consecuencias de la franqueza o por no ser entendido correctamente.
Los hombres, por lo general, suelen ser más reservados con sus problemas mientras las mujeres tienden a hablar más de sus dificultades y a tener más impulso para buscar soluciones.
Cuando la persona afectada de estrés no quiere hablar, pueden recordarle que la aman y que están dispuestos a escucharla y si la situación se dilata y agrava lo mejor es plantearle la posibilidad de hacer una terapia.
La ayuda más eficaz es saber escuchar al otro poniéndose en su lugar y no pensando desde la propia perspectiva.
La mayoría de las personas cuentan con los recursos que necesitan para enfrentar sus propios problemas y a veces sólo hay que saber esperar y confiar en ellas.
Es importante para aliviar tensiones darle a la pareja el espacio que necesita para hacer lo que le gusta, para estar solo y para pensar, evitando incrementar su agobio con recriminaciones o quejas.
No hay que olvidar que lo que une a una pareja es el amor, la comprensión y el respeto y a veces hay que saber aceptarse mutuamente algunos momentos de mal humor y de inexplicables silencios.
En toda pareja puede haber momentos de desaliento y de dudas sobre la relación; que generalmente coinciden con una crisis de identidad; porque cada cambio evolutivo viene acompañado de muchas dudas sobre nuestras decisiones, nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestro futuro y también sobre nosotros mismos.
Todas estas dudas se despejan cuando se logran elaborar nuevos proyectos y establecer una nueva y más madura imagen de sí mismo.
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