No acabamos de entender bien cómo funciona nuestra Mente… y si es nuestra, ¿acaso no debiera estar a nuestro servicio? …
Cómo es que los pensamientos surgen uno detrás de otro y somos incapaces de controlarlos… ¿qué parte de nosotros produce los pensamientos y qué parte es sólo testigo de ese parloteo y se siente impotente e incapaz de encontrar el silencio y la quietud mental?
Desde esta observación de nosotros mismos es como surge el cuestionamiento fundamental sobre el yo. El yo -que equivale al Ego- es el punto de referencia con el que nos identificamos y el Yo desde una realidad más amplia, contiene la Razón y al Espíritu, que es la esencia que trasciende al Ego y a la que debe finalmente subordinarse.
La libertad del yo es limitada y dependiente de su grado de percepción e interpretación de sí mismo y del mundo exterior. El Ego lo enmascara y aprisiona, obstaculizando el camino de su desarrollo y transformación en un Yo Superior en conexión con el Espíritu.
Hoy en día han surgido técnicas basados en crear “pensamientos positivos” para controlar la mente y dominar el yo inferior pero que son ineficases en cuanto que no se puede luchar contra la mente desde la mente misma.
Este tipo de técnicas solo hacen que reforzar el Ego, al encubrir el problema que tiene sus raíces en el subconsciente. Repetir la fórmula: “Yo soy amor. Yo me amo. Yo me perdono…” desde la mente, es cambiar el ruido de la mente por otro tipo de ruido. Es verdad que los pensamientos -sean positivos o negativos- tienen un efecto poderoso para bien o para mal. Pero el verdadero poder está cuando se dice desde el corazón.
Aprender a salir de la Mente; aquietarla, llevarla a un segundo plano, ahí radica el primer peldaño hacia la ascensión para el encuentro y unión con nuestro Yo Superior.
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