Toda emoción tiene un comienzo, un medio y un final.
Cuando me estoy sintiendo mal, sea cual sea la emoción negativa, es mejor posicionarse respecto a ella, es decir, hay que preguntarse… ¿Qué voy a hacer “ahora” con esto?.
Puedo dejarme llevar por la inercia o puedo decidir hacer algo en ese momento, es un acto de poder sobre mi mism@. Queramos o no la emoción una vez esta en nosotros, estará ahí hasta que finalice. Personalmente prefiero entrar en la emoción conscientemente y respirar “a través” de ella:
Defino lo que siento realmente, sin protocolos ni palabras bonitas, tal cual, con mis palabras aunque sean malsonantes…me siento jodid@, o rabios@ o incapaz, lo que sea.
Tomo contacto con la parte de mi cuerpo en la que siento con más fuerza la sensación, sea en el estómago, en el pecho o en otro lugar.
Me enfoco en ese lugar y empiezo a respirar conscientemente y de forma lenta y profunda, (aunque al principio me cueste un poco, insisto en ello). Respiro con la parte baja de mis pulmones hinchando mi abdomen, donde hay más capacidad pulmonar.
Espiro el aire lentamente por la boca, como si a cada expulsión de aire estuviese sacando la presión de la zona donde estoy enfocado.
Continuo hasta que se va la presión, y empiezo a tener más claridad mental, tengo más recursos y mis juicios se relajan.
Cuando se está en plena emoción se esta juzgando el hecho que nos lo provoca y esto es muy importante:
El juzgamiento y el pensamiento claro no pueden estar a la vez.
A lo que uno se resiste, persiste. Por eso es importante no resistirse a lo que sentimos, pues nos impide acceder a los recursos que necesitamos para encontrar nuevas soluciones creativas en nuestras vidas.
Espero que esto te sirva como me sirve a mí. Ofrécete la oportunidad de practicarlo y me comentas como te va, dime que dificultades tienes, estaré contestando.
Te mereces lo mejor para ti mism@, no olvides esto.
José Boral