La frustración, el miedo, la duda y la culpa originan los procesos de la ira.
La ira es una reacción que sentimos cuando falla algo que esperábamos. Proviene del deseo de que el mundo y la gente sean diferentes a lo que realmente son. Es una reacción a la frustración.
Si elegimos la ira, nos dejamos herir por la realidad.
Podemos cambiar nuestro enfoque: pensar que los demás tienen derecho a ser como son, aunque no nos guste. La realidad es como es, aunque no coincida con nuestros deseos.
La ira es un estado emocional que varía en intensidad, yendo de la irritación leve a la furia intensa.
La ira puede ser debida a acontecimientos externos o internos. Podemos enfadarnos con una persona específica o un acontecimiento (un atasco de tráfico, un vuelo cancelado), o bien la ira puede aparecer al preocuparse y darle mil vueltas a problemas personales. Los recuerdos de acontecimientos traumáticos o que nos hicieron enfadar pueden también desencadenar este tipo de emociones.
Hay que tratar de no interpretar como catástrofe las situaciones que no se presenten como uno querría que fueran.
Llegaremos a ser conscientes de que la frustración no se debe a hechos externos, sino a los pensamientos internos que condicionan nuestras emociones. Nuestras vivencias han forjado nuestra forma de pensar y estos patrones rigen nuestros pensamientos, pero no tiene porqué seguir dirigiéndonos.
El aspecto positivo es que al ser un condicionamiento interno, podemos cambiar nuestros patrones de pensamiento y por lo tanto aquello que desencadena el enfado y la ira.
Todos tenemos la capacidad de hacer cambios positivos!
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