De entre las muchas críticas que nos asaltan, pueden servir como ejemplo: Ya no estás gorda, eres gorda! Estás demasiado delgada! No tienes el cuerpo de ….! Bebes demasiada cervezal! Vaya, otro grano, estás fatal! Fumas demasiado! Comes demasiados dulces! Ves demasiado la televisión! Si te levantaras temprano tendrías tiempo para hacer ejercicio! Es que eres perezosa! Para que vas a hacer …. si nunca terminas lo que empiezas! Eres una irresponsable! Es verdad, al final nunca cumples lo que prometes! Me encantaría pero no me meteré es eso, es demasiado, no soy capaz! Ya lo has estropeado otra vez, eres tan torpe! Como se va a fijar en ti, nunca te va a mirar! Todo lo haces mal!
A menudo nuestro crítico interior utiliza los verbos: deberías, tendrías, además con cierto tono de burla, reproche o incluso irónico. Está continuamente alerta para recordarnos lo que considera un error, pues sólo conoce lo que hemos interiorizado como “correcto”. Se alimenta de los reproches que hemos recibido y de las reglas existentes en nuestras vidas.
Nos recuerda nuestros fracasos e ignora las miles de veces que conseguimos éxitos grandes y pequeños.
Al final casi siempre consigue que renunciemos a realizar algún sueño o deseo, recordándonos que carecemos de las habilidades necesarias.
Cuando no lo consigue, nos cuesta un esfuerzo doble lo que nos proponemos, pues es una lucha contra uno mismo para conseguir el objetivo, pensando que tenemos que superar incapacidades, que son infundadas. Nos volvemos extremadamente perfeccionistas, lo que a menudo lleva a no emprender un objetivo por temor a no hacerlo perfectamente bien. Una vez conseguido, nuestro crítico interior sigue ahí para recordarnos algún detalle que no es del todo perfecto y no nos permite relajarnos y disfrutar de lo alcanzado.
Nuestro crítico interno se convierte en un poderoso enemigo, llevándonos hacia la falta de confianza en nosotros mismos, la inseguridad y la desvalorización. Es un papel que en realidad no le corresponde.
Nos hará sentirnos culpables o frustrados en situaciones sin importancia, como el simple hecho de tropezar. Ahí estará para llamarnos inútiles o torpes.
El origen de la autocrítica excesiva puede encontrarse en la infancia cuando hubo carencia afectiva, padres que no aprobaban conductas o actitudes, poco afectuosos, desinteresados hacia los pequeños logros de los hijos, descalificadores. También cuando se dieron situaciones de determinadas privaciones.
Esos problemas no resueltos están a menudo en nuestra mente bajo el “velo del olvido”, aunque las consecuencias estén representadas por ese crítico interno demasiado severo.
La autocrítica toma forma materializándose en pensamientos negativos sobre nosotros mismos, emitidos por un ser autoritario y perfeccionista, al que hemos otorgado demasiado poder. Está poniendo en peligro lo más valioso que tenemos: “nuestro interior”.
El papel que le corresponde a nuestro crítico interior es ayudarnos a evitar errores aprendiendo de nuestro pasado, a crecer y mejorar desde la positividad. Un guía que nos motive, nos impulse, nos estimule, que busque opciones y se alegre con nosotros por cada éxito conseguido, ya sea pequeño o grande, hablándonos en un tono de fe, esperanza y aliento. Que nos recuerde las inmensas posibilidades que tenemos de mejorar, construir y crear. Vamos a convertir a nuestro crítico interior en nuestro aliado para caminar por nuestra vida y nuestro interior. Esta es la vía para sentirnos bien con nosotros mismos y expandir el potencial que tenemos dentro a todos los que nos rodean.
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