Hubo un tiempo de Diosas
y con ellas, el amor florecía
... en sus múltiples formas concebido.
Hubo un tiempo de Diosas
que en su divinidad
parían la paz del mundo
y vibraban en índigo
y resonaban fuertes
como madres y amantes,
sabias abarcadoras del cosmos infinito
y el espacio sin fin.
Hubo un tiempo de diosas
donde la luz lunar
iluminaba rostros
y limpiaba las almas.
Y en esa luz se perdonaban los pecados
que caían como pétalos blancos,
porque las Diosas que eran Madres
concedían sanadores perdones
a su imperfecta descendencia.
Pero un día, Dios se apoderó del universo.
Con voz de hombre en llamas
y mirada de espada
tembló cruel contra las hijas de las diosas.
Y a partir de esa infausta jornada,
las diosas y mujeres fueron borradas
de la faz de la mente,
y su sangre cruelmente derramada
ya no era sagrada.
los templos de las diosas
fueron hendidos por rayos patriarcales.
Sin embargo
las Diosas silenciadas
y ocultadas
aullaron tal silencio
que se contrajo al mundo.
Y ese silencio estalló en mil pedazos
que renació
en millones de voces,
que devinieron carne y sangre
de ciertas mujeres:
una raza imbatible de féminas
de la que emana índigo.
y ellas están ahí,
entre nosotros.
Poema de Leonor Gutiérrez, autora de Mujeres índigo.