Cuando vemos a personas que encaran los problemas con positivismo, perseverando en encontrar una solución con la esperanza y la confianza de que las cosas saldrán bien y, además, con la convicción de que si salen mal ya buscarán otra salida, podemos llegar a pensar: “A mí también me gustaría ser tan optimista, pero soy tremendamente pesimista… Soy así y no puedo cambiar”.
Quizás la justificación que nos damos a nosotros mismos para hacer tales afirmaciones es que nuestros padres siempre han sido pesimistas y que los genes heredados están determinando que nosotros también lo seamos. O tal vez, buscando otro pretexto, hemos llegado a la conclusión de que las experiencias vividas en nuestra infancia nos han marcado negativamente para siempre y es esto lo que no nos deja ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.
Sin embargo, aunque es cierto que la herencia y las experiencias vitales tempranas son dos factores que determinan en parte nuestro enfoque más o menos positivo ante la vida, nos queda margen de acción. Sin lugar a dudas, si lo queremos y nos ponemos manos a la obra, podemos aprender a ser más optimistas.
Por otra parte, recordemos que querer ser más optimista no debe implicar huir de los problemas ni negar las emociones negativas cuando éstas se manifiestan en su justa medida: si tienes un problema, no cierres los ojos; si estás triste, llora y busca consuelo; si sientes rabia, libérala (da golpes contra un cojín, intenta romper una guía de teléfonos…). Y, acto seguido… ¡a entrenarse en optimismo inteligente!
Aquí tienes unas sencillas pautas y tareas que puedes trabajar en tu día a día para lograr ser un poquito más optimista:
Reserva un momento al final de la jornada para pensar y recrearte en aquellas cosas del día que te han resultado satisfactorias o placenteras, valorándolas. Si lo crees conveniente y te apetece, escríbelas. Normalmente dedicamos demasiado tiempo a recordar lo negativo del día: el compañero de trabajo que ha sido desconsiderado conmigo; el dolor de cabeza tan fuerte que he tenido por la mañana; el tiempo que he perdido esperando el tren en la estación; lo mal que he dado la clase de historia en el Instituto… Consecuentemente, nos vamos a la cama un pelín asqueados, pensando que la vida es una losa. Además, sobrevaloramos tanto las preocupaciones, dedicándoles tanto tiempo (¡como si el preocuparnos significara estar resolviendo eficazmente nuestros problemas!), que los momentos positivos del día nos pasan desapercibidos… se nos escapan. Es una pena, ya que el valorar las pequeñas delicias del día hace que terminemos dando un poquito más de sentido a nuestra vida y nos ayuda a tener una actitud más optimista. El beso de mi pareja al despedirnos por la mañana, el ratito de footing que me ha ayudado a desconectar de las preocupaciones, la agradable conversación que he mantenido con mi compañero de trabajo, la tortilla de patatas que me he comido en casa… El hecho es que, cuando nuestra actitud es pesimista, es necesario “forzar” a nuestro cerebro a recordar los buenos momentos del día, agradecer a la vida que los tenemos y, en definitiva, valorarlos. De esta manera, nuestra atención, durante la jornada siguiente, se focalizará más fácilmente y de manera un poquito más automática en los acontecimientos positivos.
En relación con el punto anterior, de las cosas que te han resultado satisfactorias de tu jornada, escoge dos o tres y piensa en qué es lo que has hecho tú para que ocurrieran. De este modo, sentiremos que obtenemos resultados placenteros y positivos de nuestras acciones gracias a nuestras propias capacidades/habilidades y no gracias al azar.
En todos tus proyectos, márcate objetivos realistas y factibles. Divide el objetivo final, más “gordo”, global y alcanzable a más largo plazo, en pequeños objetivos alcanzables a corto plazo. Cada vez que llegues a cada pequeño objetivo, prémiate. De esta manera, en la persecución del objetivo final, habremos disfrutado durante todo el proceso de los pequeños éxitos logrados, independientemente de que alcancemos el éxito final o no, sintiéndonos eficaces y motivados en todo momento.
Intenta dedicar un tiempo al día a realizar actividades que te aporten bienestar, ya sean ocupaciones de ocio, ejercicio físico o actividades que impliquen relacionarse socialmente.
Detecta los pensamientos negativos que se te pasan por la cabeza durante el día, somételos a la realidad buscando pruebas objetivas que los validen. Si te das cuenta de que no existen evidencias que los sostengan, modifícalos por otros más realistas que te aporten emociones más positivas. Se trata, pues, de aprender a pensar en positivo.
Sé solidario. Desde apuntarte a una ONG hasta ayudar a las personas de tu alrededor en pequeñas cosas. Cualquier acto altruista por minúsculo que sea, aparte de beneficiar a la persona que lo recibe, es una gran fuente de satisfacción para quien lo ofrece, pues aumenta su sensación de autoeficacia. Además, en este tipo de situaciones, se crean interacciones sociales muy positivas.
Si te has dado cuenta que continuamente estás recordando adversidades del pasado que te bloquean o te vienen a la mente imágenes sobre el futuro incierto que te crean un gran malestar, intenta coger distancia de todo ello por un rato. Céntrate en el momento presente y deja de estar en esos otros sitios (pasado y futuro) que están interfiriendo y contaminando la experiencia del “aquí y ahora”. Hay diferentes formas de hacerlo. Una de las más sencillas sería, simplemente, haciendo unas diez respiraciones profundas, focalizando la atención en el ciclo inspiración-espiración y notando todas las sensaciones asociadas (cómo entra el aire por la nariz, cómo hace el recorrido hacia los pulmones, cómo se expande el tórax…). Una manera más compleja de centrar la atención en el ahora, que aporta un gran bienestar a muchas personas, es la práctica de habilidades mindfulness (atención y conciencia plena a lo que ocurre en el momento actual).
Las condiciones para que estas pautas den resultados son, como remarcamos siempre que hablamos de crecimiento personal, la perseverancia y las ganas. Mantenerse motivado y esforzarse durante un tiempecillo da sus frutos. El leer el post y sentarse a esperar a que el tiempo nos haga optimistas, como si éste fuera una varita mágica, nos dejará igual que estábamos. Sólo tú puedes cambiarte a ti mismo. Entonces, el mundo cambiará contigo.
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