La publicidad nos asedia con imágenes de mujeres despampanantes, libres de complejos y dispuestas a gozar de su sexualidad sin tapujos. En este contexto, cualquiera se siente fuera del molde de “la femme fatale”… De acuerdo, no eres una bomba sexual, ¡mejor para ti!
Hoy en día, la belleza es sinónimo de sexualidad. Las revistas femeninas están plagadas de artículos que aconsejan a sus lectoras cómo seducir a los hombres. Y en cuanto a la moda, el mensaje es claro: mostrar para triunfar… ¿Y si nos rebeláramos contra la tiranía del sexo que predican los medios para vivirlo de manera íntima y personal?
No a la tiranía de la imagen
Es difícil de creer pero en una pareja, el menos seductor de los dos comienza poco a poco a temer ser engañado. Es un dato que destaca el sociólogo francés Jean-François Amadieu en su libro "Le Poids des apparences" (El peso de las apariencias). De modo que la belleza, sobre todo cuando es sexy, condicionaría nuestra vida, además de ser una aptitud suplementaria para el éxito. Es, de alguna manera, un valor seguro.
¿Pero qué es exactamente una “bomba sexual”? “Es una promesa de placer”, responde Teodoro, 30 años. “Una mujer consciente de su poder de seducción”, lanza José, de 50. Para otros, una mujer es atractiva simplemente por llevar tacones, razón suficiente para que su sola presencia dispare las fantasías masculinas… En conclusión, una “bomba” es un símbolo sexual que despierta el deseo en el otro, pero ¿de qué manera? “En su manera de caminar, de moverse. Reparamos en ella y la deseamos”, admite Esteban.
Para la gran mayoría, la “bomba” sólo existe en la mirada del otro, normalmente masculina. En estas personas prima la imagen, la cual puede ser una desventaja a la hora, por ejemplo, de querer ser reconocido por otras cualidades.
Cultivar otros aspectos
Pero no se trata de negar la importancia de la apariencia. Reafirmarse por medio del estilo es una manera de expresar la propia personalidad. “Sin embargo, de ahí a cultivar un estilo puramente sexual, casi pornográfico, para satisfacer los dictados de la sociedad hay un abismo”, señala el filósofo Dominique Fosheld en su obra “Le sex mécanique” (El sexo mecánico).
Fosheld alerta sobre este culto al sexo. Una sociedad del deseo supone, según él, una frustración permanente y una desvalorización del otro, pues se percibe como un objeto. Para no someterse a este mandato, el experto propone reintroducir el lenguaje amoroso y pensar en términos de encuentro.
Jean-François Amadieu, por su parte, pone el acento en el peligro de querer convertirse en lo que se espera de uno. Someterse a esta dictadura es peligroso, dice. Y es que no cualquiera es una “bomba sexual”; esta capacidad de generar deseo sólo la tienen unos pocos. De modo que ¿por qué no cultivar otros aspectos como la ternura, la confianza o la sensualidad con el sexo opuesto?
C. Maillard