Las personas se sienten como un felpudo cuando se pasan de amables, permitiendo que otras hagan uso y abuso de esa amabilidad.
Renuncian a decir lo que verdaderamente piensan, a lo que sienten y anteponen las necesidades de los demás a las suyas. Quizás, así obtienen una pizquita de atención y aceptación; una sonrisa o un reconfortante “Gracias”.
Se nos ha enseñado que esta actitud es más buena y generosa que tener en cuenta las necesidades propias. Que negarse a ayudar a otro es egoísta.
¿Egoísta? En ese caso, también es egoísta pretender acaparar toda esa atención positiva sobre uno mismo. Actuar como un felpudo también tiene algo de egoísmo, ¿no crees?
Pero, en lugar de egoísmo, hablemos de respeto. La persona que hace de felpudo tiene muy poca consideración hacia sí misma. Permite que los demás la utilicen para limpiarse los pies cada vez que quieren.
Ellos, encantados, naturalmente. Saben que pueden hacerlo y seguirán haciéndolo.
Es más, con el tiempo dejan de valorar a esa persona tan “generosa”, que siempre les da su tiempo, que les abre su casa, que les salva de cualquier imprevisto, que no protesta ante las impertinencias…
Pasa como con las cosas que son gratis. Como no “cuestan” se les atribuye menos valor (independientemente de lo valiosas que sean en realidad).
Y así es como surge la persona-felpudo. La que, por valorarse poco a sí misma, es menos valorada por los demás.
¿La solución al problema? Se deduce de lo dicho anteriormente. Vayamos por puntos, por si estás en esta situación.
Respétate
Ser amable, considerado y generoso son cualidades admirables, siempre que se respeten los límites. Y el límite está en el respeto que te debes a ti mismo/a. El que mereces.
Para que los demás te traten con respeto, tú mismo has de tratarte con respeto.
Respeta tus principios, tu tiempo, tu dinero… Dale su valor a todo lo tuyo. Aquí no es egoísmo. Es equilibrio. Alguien tiene que ponerlo en una situación que está tan descompensada, ¿no te parece?
No toleres abusos
Hay personas que abusan de tu generosidad. De ésas que cuando les das la mano, se toman el brazo. Si no quieres que sea así: Enseña a los demás cómo tratarte.
No seas tan dependiente de las opiniones de los demás
Que piensen lo que quieran. Total, si alguien está acostumbrado a que le digas “sí” en todo momento, va a pensar mal la primera vez que le digas “no” a algo.
El que abusa, no te valora. Sólo quiere sacar provecho y punto. ¿Qué te puede importar lo que piense?
Deja de preocuparte por eso y vive tu vida. Puedes estar perdiéndotela mientras sigues siendo la marioneta de otros, el felpudo que siempre está ahí.
Tus necesidades y opiniones tienen la misma importancia que las de otras personas. Y tú puedes seguir siendo generoso y amable, siempre que no abandones tu propia vida buscando que todo el mundo te considere una buena persona.
¡Basta ya! ¡No sigas haciendo lo que no quieres sólo por quedar bien!
¿Tienes miedo?
¿Crees que te irá peor porque pongas un límite en tus relaciones? ¿Te asusta no saber negarte cuando quieras hacerlo? ¿Piensas que es muy difícil?
Quizás tengas que empezar poco a poco, practicando con pequeños gestos asertivos. Comenzarás negándote a demandas que te hagan sentir algo incómodo e irás progresando, poquito a poco.
Cada uno de esos gestos hará que vayas ganando en confianza y llegará el día en el que no te sentirás como un felpudo, sino como una persona valiosa, tan valiosa y digna de respeto como las demás.
Y, si no quieres hacerlo solo, también puedes hablarlo con alguien cercano a ti; alguien que no te considere un felpudo, por supuesto.
Puede que esta persona (que te conoce bien y ve las cosas desde fuera) te dé su punto de vista y te ayude a abordar el problema. ¿Te parece buena idea?
http://tusbuenosmomentos.com/2013/03/felpudo-humano/