Provocar la culpa en otra persona para que se comporte como tú quieres es una forma de manipulación tan antigua como el origen de los tiempos.
Puede ser sutil, en forma de mirada agonizante, o totalmente descarada:
— Si no vienes conmigo, todos me mirarán mal y tú tendrás la culpa.
Claro que, si yo te digo algo así, la trampa no me va a funcionar. Probablemente, me mandarías a la porra (muy bien hecho).
Eso es porque tú y yo no tenemos una relación muy cercana y así es más fácil resistirse a la manipulación. Pero, ¿y si te lo dice tu madre… o tu pareja? Ahí, la cosa cambia.
La trampa de la culpa funciona tanto mejor cuanto más estrecha es la relación entre los dos implicados.
— No lo haces porque ya no me quieres como antes…
Te meten la culpa en la cabeza y ahí vas tú, dispuesto a hacer lo que quiere tu madre, tu suegro, tu hermana, tu novio o tu mejor amiga.
Todo un éxito. El manipulador/manipuladora se sale con la suya. Pero lo que quizás no sabe es que está pagando un precio por ello. Y, a la larga, le puede salir el tiro por la culata.
El precio de la culpa: Resentimiento
Si hay una persona que continuamente se vale de esta treta para que tú pienses o te comportes a su gusto, una rabia comienza a crecer en tu interior. Esa rabia conocida como resentimiento.
Quien emplea la culpa para conseguir lo que quiere va envenenando lentamente la relación. Y fácilmente puede llegar el día en el que la “víctima” quiera distanciarse, porque está resentido y hasta las narices de ser manipulado.
Paradójicamente, según nos cuentan en Psychology Today, la mayoría de los reproches familiares giran en torno a la distancia en las relaciones:
— Estás descuidando nuestra relación.
[Frase que, formulada en cierto contexto (no siempre, por supuesto), querría decir: Si la relación se va a pique o, si yo me voy por ahí a ponerte los cuernos, la culpa es tuya.]
¿Qué es lo que no sabe la persona que manipula? Que, a la larga, va a lograr el efecto contrario. Es lo más probable.
Cómo poner límites al manipulador
Si en tu entorno hay alguien que tiene la costumbre de conseguir lo que quiere de ti de este modo tan tóxico (induciéndote a la culpa), aquí tienes ideas para manejar la situación:
1. Dile a la persona que entiendes lo importante que es para él/ella lo que te pide, pero que ése no es el modo de pedírtelo.
2. Explícale (si es el caso) que, aunque hagas lo que desea, te sientes mal con la manipulación (forzado, resentido).
3. Dile que eso que sientes, con el tiempo, inevitablemente provocará un distanciamiento… y que no es eso lo que tú quieres en la relación, sino todo lo contrario (se supone).
4. Pídele que sea más directo/a exponiéndote lo que quiere, en lugar de predisponerte antes emocionalmente para que no puedas negarte. Y que respete tu derecho a decidir si haces lo que te pide o no lo haces.
5. Explícale también que, si te pide las cosas directamente, muchas veces corresponderás a sus deseos. Otras, quizás no. Pero las veces en las que lo hagas, él/ella tendrá la certeza de que no lo haces forzado. Lo harás porque quieres y con todo gusto, de corazón.
¿A que hay una gran diferencia?
6. Paciencia. Prepárate para las discusiones, porque las habrá. Para la persona que tiene este hábito no es fácil cambiarlo de la noche a la mañana. Lo más seguro es que tengas que insistirle en esto más de una vez.
7. Sé firme, pero no pierdas los buenos modos y sigue tranquilo durante todo el proceso. Así, la persona con ese hábito se sentirá más predispuesta a cambiar este hábito, que si empiezas a echarle en cara las cosas con rabia a la menor ocasión.
¡Ay! Qué difícil es todo esto de las relaciones… Pero ojalá que alguna de esas ideas te sirva en caso de que una persona cercana se valga de la trampa de la culpa para moverte como a un pelele. Eso sí que no…
http://tusbuenosmomentos.com/2013/06/culpa-manipulacion/