Qué cierto es el dicho: “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.” Esa frase se puede aplicar muy bien a nuestras costumbres, a todo aquello a lo que vivimos conectados, vinculados… o amarrados.
La mayoría de nosotros vivimos vinculados a infinidad de elementos y nos damos cuenta de la solidez de ese vínculo cuando alguno de ellos ha de desaparecer o, de hecho, desaparece.
Nos vinculamos a personas, a cosas, a hábitos e incluso a sentimientos y actitudes.
Muchos de esos vínculos enriquecen nuestra vida. Hay buenas personas con quienes estamos conectados. Hay hábitos (como el de aprender a diario) que hacen que valga la pena el tiempo y la energía que les dedicamos. Hay sentimientos (como el amor genuino) que son fuente de confianza y bienestar.
Hay otros vínculos (a los que pega más llamar ataduras) que no sirven para crecer. Es más, están estorbando.
Lo advertimos continuamente, por ejemplo, en el caso de una adicción. Los fumadores o los cafeteros (como yo) nos damos cuenta de lo enganchados que estamos cuando hemos de privarnos de nuestro vicio en algún momento.
O bien nos damos cuenta en un instante. Quizás, cuando una persona se aleja provisionalmente y notamos su ausencia. Ahí descubrimos qué papel tiene en nuestra vida. Descubrimos cuánto la queremos; porqué; si estamos bien cerca de ella; si estamos más tranquilos cuanto más lejos se encuentra, etc.
Por otra parte, muchos de esos vínculos (o ataduras) tienen mezclados aspectos positivos y negativos.
¿Un ejemplo? Mi vínculo con Internet. Algunas veces en las que, por circunstancias imprevistas, he estado desconectada, me he dado cuenta del grado de “enganche” que tengo con este recurso.
Gracias a esa distancia, he visto que el papel que ocupa en mi vida es muy grande. Tal vez, demasiado importante.
Utilizo Internet para aprender, para trabajar, para divertirme, para relacionarme con personas con las que no puedo contactar de otra manera, etc.
Y sólo ha sido después de darme cuenta de la estrechez del vínculo, cuando he podido manejarlo mejor. Ahora trato de tener más fuentes de entretenimiento y de información, a fin de no permanecer atada al ordenador incontables horas. De ese modo, refuerzo lo positivo del vínculo y elimino lo negativo (tantísima dependencia).
Como te digo, la vinculación (conexión o como quieras llamarlo) se da naturalmente con aquello que haces o que forma parte de tu entorno.
Hay vínculos positivos, vínculos negativos y otros, que llevan mezclados aspectos positivos y negativos.
Para saber lo enganchados, vinculados o atados que estamos a una cosa (o persona) sólo tenemos que alejarnos un poquito. Luego, observar qué nos aporta ese vínculo y, en función de eso, cuidarlo, modificarlo o eliminarlo.
¿Te parece una buena idea?
http://tusbuenosmomentos.com/2014/03/vinculos-ataduras/