Existen objetos que tienen tras de sí infranqueables maldiciones. Tal es el caso del Diamante de la Esperanza, del Zafiro Púrpura de Delhi y del coche de James Dean. Pero también hay otros objetos que son malditos en el sentido de traer malas energías: muñecos vudú, cráneos, símbolos satánicos, etc…
Un objeto maldito es algo que puede comprenderse de las siguientes formas: o bien como un objeto que simplemente atrae mala energía; o ya, en sentido estricto, como un objeto que atrae mala energía y está ligado a una maldición concreta. Un aspecto muy importante es si el objeto ha sido o no infestado, pudiendo esa infestación ser ejercida por un ente astral sin conciencia (una larva astral, por ejemplo), o por un espectro consciente, o inclusive por un demonio… En todo caso, la intensidad de la mala energía atraída por el objeto, puede ir desde manifestarse en la simple “mala suerte”, hasta manifestarse en la muerte de quien posee el objeto, ocurriendo esto último prácticamente siempre en objetos que han recibido una maldición concreta.
Existen diversos criterios para clasificar a los objetos malditos. Uno de ellos es el carácter individual o el carácter genérico del objeto: de ese modo, el auto de James Dean pertenecería a la primera clase, mientras que las estatuillas de Satanás y los muñecos de vudú a la segunda clase. Otro criterio de clasificación, muy usado por los versados en el tema, es el de objetos que sufrieron una maldición por ser usados en magia negra, y el de aquellos que no participaron en forma alguna de magia pero están vinculados a un espíritu.
En el primer caso, el practicante de magia negra establece deliberadamente una maldición sobre el objeto. Aquí siempre la maldición busca perjudicar a una persona o a un grupo de personas. Generalmente ocurre lo primero, y en tal caso el practicante de magia negra suele buscar un objeto que, a partir de un vínculo con el blanco de la maldición, sea propicio para detentar la maldición. El ejemplo paradigmático es el muñeco de vudú, pues el hechicero busca siempre cabellos, restos de uñas, sangre, pelo o algún otro elemento que sirva como puente energético, tal y como puede ser un anillo (suponiendo que lo consiga) o algún otro objeto que la víctima pensada use con frecuencia. Teóricamente, el o los elementos usados como puente energético entre la representación (muñeco) y lo representado (persona), estarán ligados astralmente con la persona, por lo cual, en conjunción con el proceso a seguir (pasos del ritual, visualizaciones), permitirán que lo enviado al muñeco termine llegándole, en mayor o menor medida, a la persona destinataria de la maldición… Ahora bien: ¿de qué forma esto hará que el muñeco de vudú sea un objeto maldito en general y no solo para la persona destinataria de la maldición? La explicación está en que prácticamente siempre hay espíritus o demonios que ayudan al hechicero en el proceso, y que para tal propósito colocan sus energías en el muñeco, de modo que éste sigue representando un imán de calamidades para quienquiera que lo tenga cerca.
En el segundo caso, el de los objetos que no han participado en magia negra pero están ligados a una entidad espiritual negativa (un mal espíritu o un demonio), vemos que por lo general ese vínculo (entre el objeto y la entidad) se ha producido porque, antes de que existiese, el objeto ya tenía malas energías (energías de los bajos planos astrales), las cuales resultaban atractivas para la entidad. Esto suele darse cuando el objeto ha permanecido mucho tiempo en lugares repletos de vibraciones espirituales oscuras, tales como sitios de culto satánico, lugares donde se hacía magia negra, casas encantadas, etc. Pero también, aunque el objeto no haya permanecido en ese tipo de lugares, puede terminar siendo infestado por haber estado muy vinculado a alguien que fue poseído o perseguido por demonios o por espíritus malvados. Sin embargo, las anteriores no son las únicas posibilidades. Podríamos, por ejemplo, imaginar el caso de un asesino serial que mataba siempre con el mismo cuchillo, dejándolo tan impregnado con su energía que éste se vinculó con el asesino al punto de que luego de su muerte, el cuchillo se transformó en un potencial imán de su presencia, y de crímenes semejantes en quien deviniese en su nuevo dueño. En cuanto a casos reales, se sabe de familias que viajaron y trajeron figurillas que se usaban en cultos paganos donde se invocaban espíritus: así, al dejar las figurillas en sus hogares, éstas terminaron por desatar actividad paranormal vinculada a los espíritus con cuyas invocaciones estuvieron asociadas. Y es que, y es preciso aclararlo, no es necesario que la entidad representada por la figurilla sea real: basta con que se emplee la figurilla en actividades de invocación, pues esto funciona como un imán para espíritus malos o poco evolucionados.
Cosa aparte es cómo deshacerse de un objeto maldito, ya que: si se lo bota o se lo deja en otro lugar, muy probablemente el objeto regresará misteriosamente, o si tenía un espíritu vinculado, es bastante posible que el espíritu no se vaya; si se lo quema, o bien no se quema bien y sigue influyendo, o bien su efecto no cesa del todo, al menos por cierto tiempo. Por eso, el demonólogo Lou Gentile recomienda tomar el objeto, adjuntarle una nota que explique el problema, y depositarlo a las puertas de alguna iglesia, preferiblemente evangélica, pues los evangélicos suelen dar más importancia a estos asuntos que los católicos.
CELEBRES OBJETOS MALDITOS
El Diamante de la Esperanza
La leyenda sitúa el origen de esta gema en la India, donde se cree que estaba engarzado en una estatua de la diosa Sita, dentro de un templo de dicha deidad. Pero el diamante fue robado, y no se supo de él hasta los años 1660-1661, fecha en que el mercader francés Jean Baptiste Tavernier lo adquirió y se lo vendió al rey Luis XIV de Francia, en el año 1669, a cambio de 220.000 libras.
Se cree que el diamante tenía una maldición, a consecuencia de la cual, tras venderlo, Tavernier terminó quebrando económicamente y huyendo a Rusia, donde murió de frío y su cadáver fue encontrado mordisqueado por las ratas…
En cuanto al rey Luis XIV, éste guardó el diamante en un cofre, y en 1691 la gema apareció cuando se hizo un inventario del tesoro real. Fue allí que Madame de Montespan, amante del rey, se encaprichó con el diamante e insistió hasta que el rey se lo dio: grave error, ya que en poco tiempo cayó en la miseria y en 1707 murió en el olvido. Además, en los últimos años del siglo XVII Francia sufrió plagas y epidemias, lo cual fue adjudicado al diamante, aunque evidentemente es una exageración desproporcionada. Volviendo a Luis XIV, éste le mostró el diamante al embajador del Sha de Persia, en una visita efectuada el 7 de diciembre de 1715. Quizá por eso, él mismo murió sin que nadie lo esperase, y su sucesor (Luis XV) ordenó meter el diamante en un cofre, olvidándose de la joya; muy acertadamente, pues a él no le sobrevinieron desgracias.
Posteriormente, durante el reinado de Luis XVI, la esposa del rey, María Antonieta, se apropió de la joya en 1774, pero se la terminó prestando a la princesa de Lamballe. No se sabe si fue el diamante, pero los supersticiosos culpan a la hermosa gema por el hecho de que, en el contexto de la Revolución Francesa, María Antonieta, el rey y la princesa de Lamballe, fueron todos decapitados.
Ya en 1792, unos ladrones se apoderaron del diamante, pero el esplendor de la gema los impulsó a matarse por ella, y solo uno sobrevivió para quedársela hasta 1820, año en el cual se la mostró al tallador holandés Wilhelm Fals para que éste sacara dos joyas del diamante. La primera de esas joyas fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick, quien tras adquirirla se quedó en la calle sin que hubieran pasado más de dos meses… La segunda fue tomada por el hijo del tallador Wilhelm Falls, quien la cogió “prestada” para vendérsela a un francés llamado Beaulieu, pero tras eso su padre murió de dolor, y entonces él se suicidó…
Asustado tras enterarse de todas las desgracias vinculadas a la gema, Beaulieu vendió la piedra a David Eliason, un curtidor judío, quien tras comprarla se enteró de la leyenda y se la vendió al rey Jorge IV de Inglaterra; el cual, ignorando las desgracias que ensombrecían el resplandor del diamante, lo incrustó en la corona que estaba haciéndose… He aquí donde se ve el poder de esta piedra maldita, porque el rey perdió la cordura en 1822, y murió ocho años después.
Muerto Jorge IV, aparece en escena el adinerado Sir Henry Hope, quien coleccionaba joyas pero no quería arriesgarse con el diamante, así que contrató a un grupo de rosacruces para que hiciesen una ceremonia mágica y exorcizaran a la joya. Ni siquiera los insignes rosacruces pudieron con la joya, que fue bautizada con su nombre actual tras la ceremonia de exorcismo que supuestamente había tenido éxito.
Creyendo que la gema era inocua, Sir Henry se la quedó y en 1901 la vendió a un norteamericano llamado Colot. Al parecer, la ceremonia rosacruz había servido pero solo para Sir Henry, porque Colot perdió su salud y su fortuna tras adquirir la joya, y desesperado se la vendió al príncipe Kanitowski, un noble ruso aficionado a las juergas, y dotado de una inmensa fortuna.
Kanitowski, mujeriego de vocación, fue a París y allí le regaló el diamante a una vedette (un tipo de bailarina), aunque después tuvo una pelea con ella y la mató a tiros… Tras recuperar el diamante, Kanitowski se lo vendió al griego Simón Montarides.
Poco después de adquirir la gema, Simón iba en un carruaje con su mujer y su hijo, pero el carruaje se cayó y todos murieron… Al parecer el diamante no estaba con Simón, porque luego Abdul Hamid II, rey de Turquía, lo adquirió, terminando por perder el trono en una revolución, y acabando sus días tras los barrotes de una prisión. Quien se apoderó del diamante después, desapareció en pleno océano, pero la gema no estaba con él y fue a parar bajo la custodia de un banco francés, el cual “misteriosamente” terminó por quebrar, antes de lo cual le vendió el diamante al director del Washington Post.
Tampoco el director del Washington Post fue perdonado por la joya, pues su esposa enfermó gravemente y su hijo fue atropellado por un carruaje… Temiendo cosas peores, vendió el aciago diamante a la familia Mac Lean.
Al igual que todos, los Mac Lean fueron castigados por el diamante: en 1918 uno de los hijos, de ocho años, murió atropellado, luego una hija murió por sobredosis de somníferos, y finalmente el padre de la familia se deprimió y terminó sus días en un manicomio… Miseria, el diamante dejaba miseria a donde fuera que estuviese: consciente de ello, la señora Mac Lean hizo guardar el diamante en una bóveda de seguridad, donde lo tuvo por 20 años hasta que su nieta Evelyn Wash Mac Lean falleció misteriosamente en Texas.
Finalmente el diamante fue vendido al experto en diamantes Harry Wiston, quien para no arriesgarse lo transfirió al Smithsonian Institute de Washington, donde aún permanece hasta nuestros días, encerrado tras una urna de cristal, cual si fuese un brillante asesino…
El Diamante Koh-i-Noor
Este diamante, cuyo nombre significa “La Montaña de Luz”, tiene un pasado nada luminoso… Pesa 105 quilates, alguna vez estuvo entre los más grandes diamantes del mundo, y ha pasado por manos de gobernantes hindúes, mongoles, persas, afganos, sikh y británicos. Fue tomado como trofeo de guerra una multitud de veces, y todos sus propietarios perdieron el trono o cayeron en desgracia. La razón de eso está en la maldición que tiene, y que figura en un texto hindú del año 1306, fecha de la primera aparición confirmada de la joya. Dice así la maldición: ‹‹Quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad››.
Debido a la maldición del diamante, se sugiere que, si el monarca que lo posee es hombre, debe entregárselo a su esposa. En todo caso, durante la colonización británica de la India el diamante fue a parar a la Corona Británica, cayendo en manos de la Reina Victoria, quien lo pudo portar impunemente porque era una mujer.
Actualmente el diamante sigue siendo propiedad de la Corona Británica, y se exhibe como atracción turística en la Torre Británica. India lo ha reclamado enfáticamente, pero Inglaterra nunca se lo devolverá.
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El Zafiro Púrpura de Delhi
Científicamente esta joya no es algo demasiado sorprendente, pero histórica y culturalmente sí. Se trata de una enorme amatista (confundida con un zafiro) de color púrpura, rodeada por un misterioso anillo de plata en que se ven símbolos astrológicos y palabras místicas; a los lados del anillo de plata que rodea la gema, están dos joyas escarabajo talladas juntamente.
Se cree que la joya es originaría de la India, que estaba en un templo de la diosa Indra en la ciudad de Delhi, hasta que fue robada en un motín (hecho por los ingleses…) durante el año 1857. Supuestamente, la piedra tenía una maldición que fue activada con su robo.
Después del robo, la piedra fue llevada a Inglaterra por el coronel W. Ferris, pero no pasó mucho tiempo que ya toda la familia del coronel padecía problemas de salud, y además la situación económica era terrible. ¿Sería la gema la culpable? Inicialmente el coronel no estaba seguro, pero cuando se la dio a un amigo y éste se suicidó incomprensiblemente, W. Ferris no dudó en el carácter maldito de la piedra.
Posteriormente, en el año 1890 la gema fue a parar a manos del autor Edward Heron Allen, amigo del famoso escritor Oscar Wilde. Edward creía que la gema estaba “triplemente maldita”, y eso que no era supersticioso y tenía una buena formación académica que incluía el conocimiento científico. Aún así, Edward no pudo evitar aterrarse cuando dos amigos suyos, interesados en tener la gema, murieron después de ser complacidos… Entonces la joya volvió a él, pero éste la lanzó a un canal porque no deseaba volver a verla. La odiaba, pero la piedra quería atormentarlo y en tres meses el operador de una draga la encontró, se la vendió a un joyero y el joyero se la devolvió tras reconocerla. En ese momento supo que la piedra tenía algo sobrenatural, y que lo perseguía, de modo que la guardó en una caja fuerte y la puso 14 años en custodia de unos banqueros, hasta que en 1904 nació su primera hija y, temiendo por la salud de la pequeña, se la dio al Museo de Historia Natural con la condición de que la caja no se abriese hasta transcurridos tres años de su muerte, sumado a lo cual estaba el que su hija nunca debería tocar la joya y peor aún tenerla.
En 1943 murió Edward y los banqueros le dieron la joya al Museo de Historia Natural. Tres años después, cuando la caja se abrió, encontraron una nota escalofriante junto a la hermosa gema: ‹‹Quienquiera que sea, luego de abrirlo deberá primero leer esta advertencia, y después podrá hacer lo que quiera con la joya. Mi consejo para él, es que la tome y la eché al mar.››
Después de leer la advertencia, el personal del museo puso en una urna a la gema, y allí estuvo hasta que en el 2004, con motivo de un evento, John Whittaker debió tomarla y llevarla a la Heron Allen Society. Ahí se vio que la maldición continuaba, porque durante el viaje surgió una terrible tormenta, la peor que John había visto en su vida. ¿Sería la piedra? No estuvo seguro hasta que le tocó transportarla por segunda vez, seguido de lo cual, tan rápido como si fuese un efecto, le dio un virus estomacal; y, por último, reafirmó sus sospechas cuando, tras tener que llevarla por tercera vez, le dio un cálculo renal…
Los cuadros de los niños llorosos
Durante los años 70, surgió la moda de decorar las casas con cuadros de niños llorosos. El autor de los cuadros era supuestamente un tal Bruno Amadio, quien quizá era de origen italiano porque firmaba sus cuadros como “Giovanni Brangolin”.
Sobre el tal Bruno Amadio, existía la leyenda de que era un pintor que había pactado con el Diablo a cambio de fama y reconocimiento, pues ya a mediados del siglo XX sus cuadros eran muy populares y tenían cientos de reproducciones.
Lo terrorífico del caso surge cuando se empezaron a acumular historias de incendios en que lo único que quedaba a salvo de las llamas dentro de la casa calcinada, era uno de los cuadros de niños llorosos que Bruno Amadio creaba, aunque fuese copia y no original. Surgió así la leyenda de que, tener colgado uno de los niños llorosos de Bruno Amadio, equivalía a padecer la maldición de un incendio y de fenómenos paranormales.
La leyenda alcanzó su apogeo en los setenta, y con ello disminuyeron los pedidos de cuadros al punto de que dejaron de realizarse copias. En medio de ese ambiente de superstición, quienes tenían uno de esos cuadros lo destruían o lo guardaban. Inclusive, algunos decían que en ciertas fechas se podía pactar con el Diablo mirando fijamente a los ojos de uno de esos niños, y la imaginación popular voló tanto que se creó la historia del origen de la maldición. Esta historia afirmaba que Bruno había realizado el primero de esos cuadros en base a un niño sufriente de un orfanato, que después de hacer el cuadro el orfanato se incendió, todos murieron y solo el cuadro quedó intacto, albergando de alguna forma el espíritu del niño, y la huella energética del incendio…
El auto de James Dean, “Little Bastard”
El lema de este fallecido actor era: “vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. Él cumplió su lema y murió demasiado temprano.
Todo comenzó cuando se rodaba la película Gigante, y James Dean compró un Porsche 550 RS Spyder, al que bautizó como “Little Bastard” (pequeño bastardo) y manejó aceleradamente el 30 de septiembre de 1955, muriendo al chocar con un Ford Tudor. Su acompañante, un mecánico y amigo del actor Rolf Weutherich, sobrevivió pero se fracturó una pierna y la clavícula.
George Barris, un tipo que había arreglado varios coches de famosos, se quedó con el Little Bastard a ver qué partes podía utilizar. La maldición comenzaba.
Cuando estaban bajando al Little Bastard con unas cuerdas, estas se rompieron y el coche cayó, partiéndole las piernas a uno de los mecánicos. Dos de las ruedas del Little Bastard se incorporaron después a un automóvil de carreras, y en medio de una competencia los dos neumáticos (justo los dos sacados del Little Bastard) estallaron, el coche se estrelló contra un vehículo rival, y el conductor estuvo varios días en coma. Eso podría ser pura coincidencia, pero George Barris también había vendido el eje de transmisión y el motor, cada uno a un conductor distinto. Ambos participaban en carreras de autos, y ambos murieron tras incorporar a sus coches las partes del maldito vehículo de James Dean.
Ahora sí que Barris estaba asustado, y vendió lo que quedaba (la carrocería y el chasis) a un museo de Sacramento; curiosamente, en una exposición el Little Bastard cayó del pedestal en que estaba, y le rompió la cadera a un joven visitante…
Preocupados de que la maldición sea cierta, los dueños del museo decidieron mandar al Little Bastard al desguace, donde finalmente sería destruido. Pero el Little Bastard era el rey de los bastardos, un objeto maldito entre los malditos: así, cuando el camión lo llevaba al desguace, un automóvil lo chocó, tan fuerte que, el conductor del coche que se estrelló contra el camión, murió enterrado, con el cuerpo justo debajo del Little Bastard, llamado también “Porsche del Averno”. Y es que, en última instancia, quizá ese otro nombre que James Dean le puso, fue lo que creó la maldición, lo que desató el Averno…
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La Piedra Maldita de Carlisle
Desde hace unos cuantos años, al pueblo inglés de Carlisle le han caído inundaciones, fiebre aftosa, altos índices de desempleo, y una indiscutible decadencia en su equipo de fútbol. Para las autoridades locales y la mayoría de pobladores, la culpa la tiene la “Piedra Maldita”, una gran roca en la cual yace grabada una maldición escrita en el año 1525.
El origen de la Piedra Maldita se remonta al año 2001, cuando el artista Gordon Young, por encargo del ayuntamiento, grabó sobre una gran piedra la maldición que, en el año 1525 y en base a varios libros, el arzobispo de Glaslow creó “contra los que osaran saquear, destruir o robar en sus territorios ”. Una maldición compuesta de 1069 palabras, inicialmente destinadas a los “bárbaros del norte, que hacían incursiones en la región”.
Tal parece que la maldición del obispo había estado dormida, a la espera de una materialización que le diese el poder para caer como una pesada roca sobre sus desconcertadas víctimas que, contrario a lo que esperaba el artífice del maleficio, no fueron “bárbaros” sino gente civilizada. Así, instantáneamente después de plasmarse en la gran roca, sobre Carlisle cayó la fiebre aftosa y el campo se regó con vacas muertas, luego vino un enorme incendio y cerraron muchas fábricas, después fue asesinado un niño, y finalmente, además de los fracasos del equipo local de fútbol, cayeron torrenciales lluvias que inundaron calles, parques y cultivos…
Por todo lo anterior, algunos políticos del pueblo han sugerido destruir la roca, pero el ayuntamiento se niega, ya que considera irracional tomar grandes decisiones en base a supersticiones. En todo caso, el psíquico israelí, Uri Geller, se ha ofrecido para exorcizar a la roca y liberar al pueblo de la maldición, aunque para eso solicita que le lleven la roca a su jardín, y sus vecinos se niegan tajantemente pues no desean la maldición cerca de ellos.
La Mujer de Lem
La mujer de Lem es una escultura que data del 1500 A.C. y fue encontrada en Chipre en el año 1878. Su primer dueño fue un coleccionista inglés, y en 4 años él y toda su familia estaban muertos. Después, el siguiente propietario también murió a los 4 años de tenerla… Se la llevó entonces al Museo de Edimburgo, y a los cuatro años el encargado del museo murió. Según parece, la estatua tiene una maldición asociada al 4, hecho que quizá esté vinculado a los 4 arcos de sus orejas y a los 4 collarines de su cabeza.
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OBJETOS MALDITOS DE CARÁCTER GENÉRICO
Ahora vamos a conocer distintos tipos de objetos malditos, aunque estos no son objetos malditos en sentido estricto; o, en otras palabras, no tienen una maldición concreta, sino que simplemente traen mala energía, aunque esto no debe tomarse a la ligera, pues esa mala energía puede acarrear desgracia y enfermedad en ciertos casos. Sin embargo, es necesario aclarar que, a muchos de los objetos presentados, se les atribuye mala energía en base a simples supersticiones.
Plantas que traen mala energía:
- El Cordatum
- La Corona de Cristo
- El Potus
- La Batata
- Cualquier planta con espinas
Nota: No hay una base racional para atribuir mala energía a estas plantas; y, como puede verse en lo de “cualquier planta con espinas”, la creencia en la mala energía de la planta suele estar asociada a las connotaciones propias de ciertos aspectos de la misma: eso, por ejemplo, se da con la propiedad de tener espinas, puesto que las espinas están asociadas al dolor.
Objetos que traen mala energía a nuestro hogar según el Feng Shui:
Cualquier objeto roto: Se cree que, cuando un objeto se daña, pierde su forma y su función, y con ello su energía, resultando en un factor de desequilibrio y/o desgaste energético en el entorno.
Cristales deteriorados: La explicación anterior es particularmente válida para los cristales deteriorados (golpeados, rajados, astillados, destrozados), y sobre todo para los espejos rotos, más aún si se pone un espejo roto frente a otro espejo roto.
Zapatos dañados o que nunca se usan: A partir de los mecanismos de circulación energética, se plantea que en los zapatos se acumulan las energías negativas de la gente, y cuando se tiene un zapato dañado o que nunca se usa, esta energía acentúa aún más su carácter negativo.
Libros dañados: Esto se desprende del principio de los objetos rotos, con la particularidad de que el libro, por tener plasmadas ideas, supuestamente (cuando está dañado) genera contaminación energética en un nivel más sutil.
Relojes dañados: Debido a que el reloj representa el paso del tiempo, se ha creído (supersticiosamente quizás) que un reloj dañado tiende a frenar nuestro progreso, el logro de nuestras metas.
Antiguedades: En este caso hay un buen fundamento para cuidarse del objeto. Ocurre así que las alhajas antiguas suelen estar cargadas con la energía de quien o quienes las poseyeron. Esa energía, como sabemos, es una impresión astral, y esa impresión astral comporta por lo general aspectos negativos, ya que casi seguramente la alhaja antigua estuvo en un ambiente donde se dieron conflictos y hubo sufrimiento. Por eso se recomienda someterlas a un proceso de depuración, que consiste en sumergirlas en agua con sal marina durante 24 horas, tras lo cual debe ponérselas bajo el sol tres horas seguidas.
Elementos o aparatos médicos: Cuando estos artefactos han pertenecido a un enfermo, se recomienda no guardarlos a menos que se los necesite, ya que tienen depositada la energía astral propia de los padecimientos de salud del enfermo que los tuvo.
Cunas: Se cree que las cunas de bebés deben sacarse o guardarse cuando no se las necesita, pues de lo contrario dificultaran el crecimiento del niño. Como ven, aquí el fundamento es más de tipo psicológico que esotérico, puesto que tiene que ver con la percepción que el niño tiene de lo que la cuna representa.
Muebles de madera viejos, quebrados o derruidos: Esto se desprende del principio de los objetos rotos, con la particularidad de que son especialmente nocivos en tanto que tienden a ser frecuentemente empleados.
Fotos o papeles vinculados a situaciones dolorosas: Aparte del evidente fundamento psicológico (ver la foto, o leer el papel, hará que revivamos el dolor), se cree que estos objetos encierran, en gran medida, la energía astral de lo que representan. Así, no conviene guardar cartas de rupturas sentimentales, por ejemplo.
Cenizas de familiares o seres queridos: Desde un punto de vista energético, esto es semejante a guardar un cadáver, e incluso puede ser causa de actividad paranormal.
Cintas, fajas y crespones de velatorio: Estos objetos conservan la huella astral correspondiente al sufrimiento que se vertió mientras se estaba en el velatorio y se los usaba.
Pan desperdiciado: nunca se debe tirar el pan, ni arrojarlo a la basura. Bíblicamente se lo considera sagrado. Arrojar pan trae pobreza y problemas económicos en general. Si sobra, se procede de la siguiente manera: en primer lugar se lo moja, para que no se pueda comer. Luego se lo coloca en una bolsita de plástico y se lo deja al aire libre durante 24 horas. Recién después de este procedimiento se lo puede arrojar a una bolsa de residuos.
Ópalos: Supuestamente traen interferencias, desgaste o inestabilidad energética, sobre todo si son azules, rojos o negros. Pero debe advertirse: con casi toda seguridad, esto es pura superstición.
Exceso de color negro: El negro absorbe energía, por eso las velas negras se usan para drenar energías negativas del lugar en que se prenden. Psicológicamente el negro está asociado a cuestiones negativas, y eso, sumado al carácter que tiene a nivel energético, hace que definitivamente sea perjudicial tener exceso de negro donde vivimos. El negro está asociado a aspectos emocionalmente dolorosos, y una muestra de eso es que en los sueños de la gente deprimida el negro tiene mayor presencia que en los sueños de la gente no deprimida.
Pirámides mal orientadas: Las pirámides deben estar orientadas hacia el norte y preferiblemente deben estar cerca de sitios bien iluminados (al pie de ventanas por donde entra el sol, por ejemplo). Esta creencia se basa en la vibración producida por la estructura geométrica de la pirámide, y en la relación de esto con los polos magnéticos de la Tierra.
Objetos de mar: En Fenhg Shui se cree que el mundo marino tiene una energía particular distinta del mundo terrestre, y a partir de eso se plantea que, tener caracoles y otras cosas así, constituye un factor de perturbación energética.
Animales disecados: Se cree que la muerte y los procesos propios de ésta tienen una energía particular, por lo que tener animales disecados equivale a guardar la energía de cadáveres.
Plantas, flores secas, plantas de exterior puestas en el interior: Se plantea que todas estas cosas drenan energía del entorno, y esto parece no ser una superstición, ya que es el fundamento a partir del cual en algunos libros se recomienda abrazar árboles para descargar nuestra energía negativa.
Cualquier tipo de símbolo, imagen o figura vinculada al Satanismo: Los símbolos suelen tener, aunque sea en un mínimo, la energía de lo que representan, y lo mismo ocurre con las imágenes y las figuras. Por eso es recomendable no tener representaciones de cosas pertenecientes al mundo del satanismo. Esto rige particularmente para símbolos, imágenes o figuras que han sido usadas en rituales.
ráneos, huesos u otros elementos de personas difuntas: Esto ya se explicó arriba, pero cabe mencionar que es particularmente peligroso tener restos de difuntos humanos, ya que están fuertemente asociados a la energía de la persona fallecida, y pueden en algunos casos desatar actividad paranormal, o contaminar energéticamente el lugar si el difunto fue alguien malo (un ladrón, un asesino, un narcotraficante, etc).
Objetos que estuvieron muy vinculados a alguien malvado: Estos objetos tienen huellas astrales muy fuertes de sus antiguos portadores, y estas huellas astrales pueden influir en nuestra aura y, a través de ella, en nuestras emociones y conducta.
Muñecos de vudú: Aquí nos referimos a los muñecos de vudú que han sido usados en rituales o que han sido hechos para ser usados en rituales, aunque aún no se hayan usado. No nos referimos a meras representaciones, como las que podrían usarse para exposiciones en museos. En cuanto a la explicación, ya ha sido expuesta anteriormente.
Objetos vinculados a ciertos cultos paganos en los que se invocan espíritus: Estos objetos son peligrosos porque muchas veces se han empleado en invocaciones y han terminado asociados a determinados espíritus. No es, como creen los evangélicos, que estos objetos representan a dioses falsos que en realidad son demonios. Las entidades que representan simplemente (al menos en la gran mayoría de casos) no existen, pero eso no quita que no estén asociados a la entidad que, a un nivel astral, se ha generado por la fe que las personas del culto tienen. Esta entidad no es un ente dotado de voluntad y conciencia (a menos que se haya generado un tulpa, pero eso solo sucede si han intervenido personas psíquicamente dotadas), sino una estructura energética asociada a determinados patrones psíquicos. Sin embargo el peligro principal de estos objetos no está en lo indicado antes, sino en el hecho de que, como se señaló en los comienzos del artículo, usualmente ciertos espíritus (del bajo astral) acuden cuando se realizan los rituales, y terminan depositando su energía en los objetos empleados durante el proceso ritual.
http://www.demonologia.net/objetos-malditos/