Nuestra mente habla de arriba y abajo, de un lado y otro. Y así dividimos el Universo en dimensiones y las dimensiones en planos, pensando de una forma lineal, pero ¿qué pasaría si el Universo no fuese tan lineal como creemos?, ¿qué ocurriría si su forma multidimensional fuese espacial, igual que un fractal que se multiplica en infinitas replicas de sí misma, y si de la misma forma creciesen las realidades temporales y espaciales del Universo?
Yo no sé mucho de formas, ni de espacios, ni de dimensiones, pero puedo contar una historia que se cuenta allá lejos, en otro plano, donde los ancianos hablan a los jóvenes con amor, les abren puertas que conducen al pasado y al futuro, y las aves son gigantes sabias que prefieren volar y comunicarse con la mente a utilizar las palabras o las manos para vivir. Lugares donde las personas viven en libertad, donde es posible crecer en el silencio y compasión infinita, donde el amor es real cada instante.
Allí, en un extraño planeta, un sabio contaba un cuento, un cuento de las estrellas. Hablaba con cariño hacia todos, y eran los más jóvenes los que más atentos escuchaban su historia. Y él les dijo:
-Estar atentos niños porque las palabras que hoy entregue, no las repetiré más.
Y todos le preguntaron:
-¿Por qué? ¿Por qué no se puede repetir la historia?
Y él respondió:
-Las personas que viven esta historia podrían escucharnos, podrían sentirse molestas si les llamamos una y otra vez con nuestro recuerdo curioso. Es mejor recordar la historia, vivirla unos instantes, y dejarla llevar por la corriente estelar.
Y entonces comenzó a contar:
Hubo una vez en el espacio un pequeño planeta donde vivían dos hermanos gemelos. Ellos se amaban con un amor infinito y día y noche se abrazaban y vivían su amor en su tranquilo hogar. Los amantes eternos miraban el cielo, escuchaban el sonido de los grandes maestros solares y hablaban, investigaban, trabajaban en crear realidades nuevas.
Desde su pequeño planeta había un telescopio único capaz de observar en la atemporalidad, y desde allí podían observar mundos que nadie conocía. Observaban mundos diminutos, donde los seres habían olvidado que existía un todo completo, habían olvidado sus nombres y sus procedencias. Lugares como la Tierra, donde los seres que los habitaban habían olvidado quienes eran.
Ella miraba al cielo, a las grandes estrellas, y cada día se maravillaba de la grandeza del Universo. Él miraba a los mundos diminutos y se maravillaba de cuánto amor de Dios existía cuando la luz se manifestaba en todos los rincones, en todas las formas, en todas las dimensiones y planos. Y le hablaba a ella:
-Yo iré allí, viajaré a uno de esos mundos, el más lejano. Y allí buscaré tu mirada, tus ojos, y te encontraré y te reconoceré allí también.
Y ella le respondía:
-No podrás, allí los hombres y mujeres se olvidan de quienes son.
-Pero nosotros no, yo te amo en la eternidad, en el silencio, en todas tus formas. Te encontraré. – Y de la misma forma que aquí, en nuestro pequeño planeta existe un ego, en otros planos también podemos caer en soberbias, así el hermano gemelo no podía encontrar error al no saber diferenciar lo que realmente sentiría, al sentirse diferente de los demás seres de aquel plano, al sentirse mejor y más capaz de sobrevivir y superarse.
Pero la realidad fue otra. Cuando ambos decidieron reencarnarse, aunque nacieron cerca, muy parecidos y fácilmente se encontraron, no se reconocieron ni uno ni otro. Ella, desde aquel cuerpo de varón donde reencarnó, cada día sentía necesidad de una mujer que había conocido en su infancia, era su hermano gemelo convertido en una joven bella. Pero ella fue casada con otro hombre, uno mucho mayor. No pudo reconocer a aquel que realmente amaba y así pasaron sus vidas divididos, sin recordar quienes eran.
Cuando despertaron de este sueño, de esta vida, decidieron regresar y sanar aquello que habían dejado pendiente con sus familias, y de paso, decidieron reencontrarse y abrazarse para extender su amor eterno en aquel pequeño planeta.
Pero no ocurrió así. Esta vez, ambos hombres, combatieron fieramente uno contra otro, como grandes guerreros de las estrellas. Su furia se cruzó en una guerra donde la sangre salpicó sus antiguos corazones y se hirieron mucho, sobre todo más tarde, al morir y descubrir que se habían matado cuando tenían que aprender a amarse.
Así reencarnaron una vez más, ella era un erudito de las ciencias. Tenía conocimientos superiores y con su ágil mente empezó a inventar cosas que otros no podían. Su intención era ayudar a que el planeta avanzase más rápido. Pero en toda su vida no trabajo sus emociones ni su corazón, y entre tanto conocimiento se fue volviendo rancio y se fue apagando por dentro. Tenía una esposa que le hacía de criada, una madre huraña y dos hijos repelentes. Pero este hombre de ciencias, cuando llegó a mayor, conoció la más bella de las mujeres, era una dama rica. La dama había vivido siempre infeliz porque había deseado un amor especial y no lo había encontrado, pero cuando conoció aquél científico, enseguida se percató que él era el hombre de su vida; lo amo apasionadamente. Declaradas sus intenciones, el hombre de ciencias no pudo contenerse a la pasión de una dama tan bella y rica y tuvieron un romance. Pero mientras duraba el romance, más pasión humana se mezclaba en su amor eterno. Más pasión que les dividía en vez de unirles.
Ella quería imposibles en la relación, él quería vivir el gozo en el cuerpo día y noche. Olvidaba que aquellas hermosas sensaciones no eran pasión, no eran el encuentro de sus cuerpos, sino el encuentro de sus corazones. Discutían, gritaban, lloraban, se encontraban con pasión una y otra vez. Y un día él se envenenó tanto de esa pasión que no pudo ver con claridad. Se acerco al dormitorio y la mató con un cuchillo envenenado. Y ella según moría desangrada le preguntaba:
-¿Por qué me mataste? Puede que nos encontremos en la próxima vida y volvamos a amarnos, pero así, de esta forma, tal vez quede odio entre nosotros dos ¿por qué me has matado? Yo que tanto te amo y jamás te habría hecho daño.
-Tú me has envenenado a mí, por tu culpa perdí el control de mi mente, de mi trabajo científico, de mi vida. Tú eres el veneno. Necesitaba deshacerme de esto que siento.
Y así murió la bella dama envenenada por el amante que tanto había esperado, y él, aun a pesar de lo que creía, se volvió loco y no la pudo olvidar, al poco tiempo murió suicidado.
Y estas muertes tan negativas les hicieron regresar una y otra vez a aquella tierra inhóspita, donde todos los seres olvidan su procedencia. Y se encontraban una y otra vez y volvían a olvidar quienes eran.
Pero una vez, ella, la hermana gemela, tuvo una vida de gran crecimiento como mujer. Aun era joven cuando le encontró. Se conocieron por casualidad, se sentaron uno al lado del otro. Y parecía que toda la eternidad habían estado buscándose, pareciese que él conocía todo lo que iba a ocurrir, y ella no hacía nada, sólo sentía y vivía el instante eterno.
Se miraron a los ojos y se reconocieron como amantes eternos, habían oído hablar de almas gemelas, y nada más verse pensaron que quizá, quien sabía qué podrían ser ellos. Pero no podían negar una fuerte atracción entre ellos, tan fuerte que parecía proceder de todas las células y partículas de su ser a la vez.
Y ella miró a las estrellas y telepáticamente le dijo:
-Siento que tú y yo provenimos de allí ¿lo recuerdas?
Y él, cogió la mano de ella y le miró a los ojos en silencio. Tras un rato, nadie sabe si muy largo o muy corto en aquél espacio diminuto de tiempo, pero un pedacito de eternidad para los viejos amantes, descubrieron que su amor se estaba tan sólo despertando, y entonces él dijo mentalmente:
-No sé de dónde venimos juntos, pero estoy preparado para reconocernos.
Quién sabe si pasaron 15.000 vidas desde aquella primera llegada, o tal vez 12.000, no recuerdo bien cuánto tiempo fue, pero cuentan que tras este reencuentro en aquella vida, regresaron juntos a su hogar. Cogidos de la mano desde su pequeño planeta continuaron investigando, trabajando en expandir la conciencia del amor infinito a todas las esferas, en todos los planos. Sirviendo al Universo en todos los niveles. Convirtiéndose en aquello que amaban y siendo uno con la totalidad.
Y aún esperan, puede que 15.000 vidas más, quién sabe en qué niveles de conciencia, puede que menos tiempo, para fundirse el uno en el otro y volver a ser Uno desde su esencia.
Y estos hermanos gemelos son los creadores de dos de las estrellas más brillantes que conocemos, son los arquitectos de este cielo violeta azulado que hoy nos rodea, son los formadores de los gases que hay en muchas estrellas y permiten que muchos pueblos se conozcan al unificar lenguas angélicas a través de cantos sagrados que muchos hoy reconocemos y cantamos a diario.
Y os cuento esta historia, porque si ellos también tardaron tantas vidas en reconocerse, ¿cómo creéis que vosotros, cuando reencarnéis a planos donde estamos más dormidos, reconoceréis el amor inmediatamente? No olvidéis aquél gemelo que creyó igual que vosotros que reconocería el amor nada más verlo, el mismo que mató más de 100 veces a la persona que más amaba del mundo, o aquella gemela que guiada por su corazón, más de 1000 veces se casó con la persona equivocada, permitiendo que la golpeasen y la esclavizasen por miedo a descubrir el amor a sí misma.
Hoy es un día de reencuentro. Puede que el amor no sea fácil de encontrar en todas las vidas, en todos los planos, pero quién sabe si está más cerca de lo que imagináis.
Observad fuera, allá donde las personas transitan, donde las personas hablan, donde las personas se reúnen, observar y quién sabe quién habrá entre la multitud, o en el silencio… Aprender a amar la realidad, a despejar la mente, a ver con el corazón, y desde la calma y el amor propio, aparecerá el rayo de luz del amor auténtico que viene de las estrellas.
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