Desde pequeños aprendimos a fijar nuestra atención con más facilidad en los errores o en las limitaciones que tienen los demás, antes que en las características positivas de personalidad que también poseen o en el esfuerzo que realizan para hacer su trabajo o labor con excelencia y responsabilidad.
Si nos dedicamos a buscar y a resaltar las limitaciones o los defectos que tienen otros, es posible que se nos haga más difícil encontrar personas afines con nuestra personalidad e intereses, con quienes podamos compartir un buen momento o el resto de nuestra vida agradablemente.
Además, en la mayoría de los casos, esta actitud negativa se convierte en el principal enemigo del bienestar de nuestras relaciones. Tal vez no te has dado cuenta, y estás actuando como una de esas personas que mantienen una actitud crítica y que, constantemente, buscan resaltar los defectos o los errores que cometen los otros a su alrededor. Si es así, te invito a recapacitar sobre tu comportamiento para que hagas los cambios necesarios que te permitan mejorar tu relación con los demás.
Limpia el cristal a través del cual observas a las personas, no dejes que el prejuicio se convierta en el instrumento que utilices para evaluar el comportamiento o el trabajo que realizan. Aprende a resaltar todos los elementos positivos que también tienen, especialmente si son tus seres queridos, porque, lamentablemente, en la mayoría de los casos somos más atentos y condescendientes con los extraños que con las personas cercanas. Vamos, anímate a reconocer todo lo bueno y lo positivo que también traen otros a tu vida.
Sólo si somos capaces de reconocer los talentos y las capacidades que tienen las personas con las que nos relacionamos, podremos sumar esfuerzos positivos para mejorar nuestro entorno inmediato, nuestro país y el mundo.
Practica un ejercicio de apreciación hacia tu pareja, con cada uno de tus hijos, con tus amigos y hasta con tus compañeros de trabajo, inclusive puedes intentarlo con ese vecino del que te encuentras distanciado por algún malentendido.
Pregúntate si han hecho algo bueno por ti, qué valores o cualidades puedes reconocer en ellos. De esta manera tendrás que volver a catalogar a cada uno de tus seres queridos desde una perspectiva diferente, mucho más respetuosa, positiva y asertiva.
El valor real de una persona no depende de cómo luce físicamente o de cómo se viste, ni siquiera de cuántos bienes materiales posee... sino de los valores esenciales que tenga guardados en su interior y de la capacidad que desarrolle para compartirlos con las demás personas. Decide comenzar a apreciar el valor que tiene lo que hacen los demás.
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