Alguna vez te sucedió que después de pasar por una temporada difícil en tu vida, la situación por la que sufriste se resolvió de un momento para otro como si algún tipo de magia hubiese ocurrido, y que las cosas se presentaron como tú deseabas que hubiesen sucedido semanas o meses atrás?
Esto fue lo que le sucedió a una persona cercana a nosotros: perdió su trabajo de forma inesperada y su situación personal cambió dramáticamente, tuvo que cambiar su estilo de vida y hasta mudarse de país. Durante todo ese tiempo, acumuló mucho dolor, que se convirtió en resentimiento, convirtiéndose en víctima de sus recuerdos.
Después de un largo tiempo aprendió a lidiar con los cambios y cuando comenzaba a verles el aspecto positivo la llamaron para que se reincorporara a un nuevo proyecto de investigación.
En lugar de celebrarlo y agradecer la oportunidad que le estaban dando, de la misma manera como lo hicimos sus amigos, estalló con toda la ira que tenía acumulada, contra los supuestos culpables de lo que le había pasado y contra la vida por haberla hecho sufrir tanto.
No es que yo considere que no tenía razones suficientes para afectarse como lo hizo. ¡Claro que sí!, pero, cuando no somos capaces de asimilar los cambios que se presentan de forma inesperada, sufrimos más de la cuenta al sentirnos incapaces de aceptar nuestra nueva realidad.
Hasta que no la aceptamos, no podemos reconocer todos los elementos positivos que también tiene, seguimos atados al recuerdo de lo que teníamos, de lo que perdimos o de lo que sufrimos, extendiendo un halo gris de tristeza y malestar sobre la vida que ahora llevamos. Y por más que alguien trate de mostrarnos el aspecto positivo, siempre tendremos sobradas razones para negarlo y resaltar lo negativo, que exageramos a veces para justificar nuestro malestar.
Aceptar lo que no podemos cambiar es una decisión que nos libera del dolor, la angustia y la ansiedad. Nos coloca en una posición distinta frente a la realidad que tenemos que afrontar, mucho más objetiva y optimista, que nos ayuda a mejorar nuestra actitud, a resaltar los elementos positivos y a incorporarnos a ella con menos prejuicios y más serenidad.
Necesitamos aprender a soltar, a ajustar nuestro nivel de expectativa y a sentir menos temor frente a los cambios, de manera que podamos atravesar por cada experiencia con más facilidad, teniendo siempre la actitud de resaltar lo positivo, lo bueno, lo importante y lo esencial que guarda cada situación que vivimos.
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