por Daniel Testino
Mucho se habla sobre este tema, y se seguirá hablando de él por mucho más tiempo. La ciencia expone que el 97% de nuestro ADN (también llamado ADN basura) es agua, y a su vez nuestros cuerpos están constituidos por un 70-80% de agua. En esto es en lo que seguidamente vamos a profundizar.
Somos un planeta mayoritariamente de agua, ya que la vastedad de los mares es mayor que la tierra firme. Las aguas de los mares tienen subidas y bajadas llamadas mareas, que están regidas por entre otros muchos factores, la luna, horarios, etc.
En el agua, la ciencia nos dice que se creó la vida. Es entonces que debemos darle importancia a este 97% de agua de nuestro ADN.
Si pudiéramos actuar sobre él, y pudiéramos modificar esta agua, estaríamos modificando nada más y nada menos que el 97% de nuestro ADN ¡¡verdad!! Esto no es una teoría, es un hecho, de lo que acabamos de enunciar antes.
¿Cómo modificamos el agua de nuestro ADN?
Existen numerosas investigaciones realizadas por el Dr. Masaru Emoto donde demuestra que por medio de afirmaciones y palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua, se influye sobre la forma de los cristales de hielo obtenidos del mismo y que, una vez observados por microscopio muestran unas formas geométricas maravillosas, a diferencia de los que no fueron tratados con estas afirmaciones y oraciones. Por supuesto, más allá de las investigaciones la ciencia lo trata de pseudocientífico.
Con esta primera breve exposición ya tenemos un principio de cómo podemos modificar el agua.
La ciencia ancestral nos dice y recuerda constantemente, que debemos pensar con el corazón. Sin embargo insólitamente los científicos han descubierto que en el corazón existen células cerebrales. Y no solo eso, también que el corazón se regenera a un ritmo muy lento. Un ejemplo es que un hombre de 55 años ya ha regenerado el 45% de su corazón. Significativo es que también por nuestro corazón pasa la sangre que contiene un 91% de agua.
Con esto tenemos dos premisas de cómo poder modificar nuestro ADN.
Ya conocemos que el corazón es un músculo y que se ocupa de bombear la sangre de nuestro organismo. Pero no sólo es ésta su función. La Universidad de Oxford creó un departamento de neurocardiología, en él han estudiado y descubierto (Doctor Marc Kantin y Jacques Genest, estudio de 1986) que este órgano tiene 40.000 neuronas (cardioneuronas), o sea nada más y nada menos que el 50% del corazón está compuesto de estas neuronas. Descubriendo también que el corazón segrega hormonas como la oxitocina, la noradrenalina y la dopamina y que se conecta con el cerebro y el sistema nervioso central a través de filamentos en toda nuestra espina dorsal. Así que el corazón procesa todo tipo de información como el cerebro (Según el Dr. John Andrew Armour).
Siendo el corazón el que envía impulsos para modificar nuestras conductas y actos. Como ejemplos podemos citar que existe una gran variedad de casos de personas que después de haber sido trasplantadas, comienzan a tener hábitos y conductas de sus donantes. Esto sucede aproximadamente a los 10 o 15 días del trasplante, que es lo que tarda el corazón en regenerar esos filamentos nerviosos que lo comunican con el sistema nervioso central (referencias libros "Baile de corazones" o "El código secreto del corazón"). También el Dr. Luciano Bennardi pudo controlar impulsos de nuestro corazón con la música. La BBC de Londres tomando este estudio, comenzó a retransmitir una música determinada y al cabo de un tiempo parientes de personas que tenían problemas cerebrovasculares y que no podían hablar, llamaron a esta emisora de radio contando que sus familiares después de escuchar esta música cantaban las canciones. Esto nos habla de la memoria del corazón y sus emociones.
Concluyendo, si pudiéramos modificar nuestras conductas erróneas y emociones discordantes, estaríamos siendo mejores personas y actuaríamos desde nuestro corazón. Y no sólo eso, ya que toda enfermedad comienza en nuestros pensamientos, conductas y emociones negativas, gozaríamos de una salud espléndida. Para poder hacer esto debemos valernos de nuestro corazón pensante, sí, donde se encuentra el asiento del alma, nuestra chispa divina, "Logos Solar Aton", semilla crística, o como ustedes quieran llamarlo. él conoce mejor que nuestra mente lo que necesitamos, y no actúa desde el deseo del ego. Cuando estamos en estado de armonía y contacto con este cerebro que está en el corazón, limpiamos emociones nuestras y de nuestros ancestros. La mejor herramienta para esto es practicar el Ho'ponopono, esta maravillosa técnica nos conecta con el Amor Universal, la misericordia y el perdón. Como también hacer una gran constelación en estado meditativo con todos nuestros ancestros en este templo del corazón, reconciliando conductas adquiridas de generación en generación y otras emociones.
El corazón también genera un electromagnetismo, al ser un órgano donde existe una corriente eléctrica que es la que hace que éste pueda latir. Este electromagnetismo es 5.000 veces más poderoso que el de nuestro cerebro, y al vibrar en conjunto también con las neuronas del cerebro más las que se encuentran en nuestro aparato digestivo (estómago, intestino delgado), generan un campo tan poderoso que atrae sin lugar a duda una frecuencia unificada de campos electromagnéticos superiores, en resonancia y concordancia con todo lo creado y con el latir del corazón de la galaxia.
El doctor en ciencias físicas Patrick Drouot, ha investigado la gráfica de ondulaciones eléctricas que genera el corazón y sus variables según el estado de ánimo. Y nos habla de que creando una frecuencia armónica unificadora, que se manifiesta como una melodía del corazón, genera una coherencia y como consecuencia la sanación. Esta magnífica fuerza es tan beneficiosa para nuestra salud como para nuestra espiritualidad.
Unificando estos tres cerebros que están en nuestro cuerpo (cerebro, corazón y aparato digestivo) estamos unificados de esta manera en todos los planos y dimensiones con un campo único de Amor Universal y con una resonancia y concordancia en todos los tiempos, convirtiéndonos así en un ser unificado, dentro y fuera de nosotros, atrayendo el Universo a nuestro interior y nosotros siendo el Universo.